:::: MENU ::::
CLÍNICA PAREJO Y CAÑERO - ÚNICO HOSPITAL DE DÍA DEL CENTRO DE ANDALUCÍA

COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones [Miguel Ángel Moratinos]. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones [Miguel Ángel Moratinos]. Mostrar todas las entradas

16 de octubre de 2014

  • 16.10.14
Como todos los años, hace un mes Nueva York acogió el inicio del curso político internacional. Jefes de Estado y de gobierno, junto a ministros, diplomáticos y representantes de la sociedad civil se dieron cita en esta ciudad para confrontar ideas, proponer acciones y encauzar la gobernanza mundial.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Este año la agenda se centró principalmente en la necesidad de la lucha contra el cambio climático, así como en la preparación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como propuestas post-2015.

Sin embargo, junto a estos desafíos que merecen un tratamiento singularizado, las mayores inquietudes y preocupaciones se volcaron hacia Oriente Próximo; este Oriente desorientado y desgarrado que, año a año, se fragmenta y se divide cada vez más.

Paralelamente a la ebullición de citas y reuniones, las tranquilas salas del Metropolitan Museum acogieron una magnífica exposición titulada De Asiria a Iberia que, al margen de su interés científico y museístico, recordaba acertadamente los lazos históricos y culturales que esta región mantiene con el mundo occidental.

Sería recomendable que los responsables políticos y militares que se ocupan de esta región visiten la exposición del Metropolitan y extraigan las lecciones de este período, pues contribuye a comprender las profundas raíces y la interacción entre Oriente Próximo y los países del Mediterráneo. Ya que hablar de Mesopotamia, del actual Irak, es evocar nuestro más profundo legado histórico en el que la escritura, el estado, la diplomacia, la religión, el comercio…, en definitiva, el poder y los elementos básicos del orden público occidental, encuentran sus raíces.

Recordar a Ur, a Hammurabi, a los sumerios, Babel, Nabucodonosor o Babilonia, no debe ser algo extraño para un pensador o un político occidental y, sin embargo, esa Mesopotamia, como señaló el politólogo francés, Bruno Étienne, "fue arrasada" en 1992, con la primera intervención americana y, totalmente desvertebrada, a partir de la segunda Guerra del Golfo.

La intervención norteamericana en 2003 es, sin lugar a dudas, el máximo error estratégico de los últimos tiempos y, hasta la fecha, nadie ha asumido responsabilidad alguna. Paradójicamente, hemos asistido, con razón y justicia, a causas internacionales que han condenado a los responsables del conflicto de la extinta Yugoslavia, pero aún se está a la espera de la rendición de cuentas por la participación en un conflicto que abrió la Caja de Pandora en favor de la locura colectiva que estamos viviendo en los últimos años y en los últimos días en el mundo oriental.

De nuevo, Mesopotamia está en llamas y dividida, pero no entre dos ríos como explica su etimología, sino entre comunidades y grupos sectarios manipulados y dirigidos por intereses ajenos al bien general de un Irak próspero, moderno y unitario.

En Occidente se afirma que la coalición internacional, formada mayoritariamente por países occidentales con un apoyo tibio y contradictorio de algunos países árabes e islámicos, está en guerra contra el "Estado Islámico de Siria e Irak".

Tenemos un nuevo acrónimo en inglés, "ISIS", que no debe confundirnos con la diosa del Antiguo Egipto, y constituye el objetivo esencial de toda la nueva operación. Ante ésta, debemos preguntarnos: ¿estamos en realidad frente a un verdadero Estado? ¿Posee ISIS fronteras definidas? ¿Cuál es su verdadera población? ¿Cuál es su proyecto político y de convivencia?

Todas estas cuestiones no tienen respuestas claras. Sin embargo, de manera involuntaria, Occidente le otorga una legitimidad política que no merece, pero que persiguen estos fanáticos. Vivimos momentos de confusión.

En estos años hemos pasado de apelar a la lucha contra el "integrismo islámico", al combate contra el "fundamentalismo islámico", para seguir con la lucha contra el "islamismo radical" y contra al-Qaeda, demonizar el yihadismo, apoyar a los Hermanos Musulmanes, hasta llegar a la confrontación bélica contra el ISIS o, en su última denominación, DAESH; un acrónimo en árabe del Estado Islámico de Irak y Siria (Al dawla al islamiya fil Iraq wal Sham) que se asemeja fonéticamente a un término cuyo significado es "pisoteado" o "aplastado", que utilizan despectivamente los rebeldes sirios y algún que otro jefe de Estado.

Todos estos "ismos" han cambiado en los últimos 20 años y el imaginario occidental los ha sustituido, uno tras otro, en función de la crisis o el conflicto. En su gran mayoría son denominaciones occidentales y reflejan inadecuadamente las construcciones de grupos musulmanes de fanáticos y asesinos.

Lo mismo sucede con los supuestos líderes de estos movimientos. Pensamos que con la muerte o desaparición de Osama bin Laden, el Satán de los satanes, esta amenaza había desaparecido y, sin embargo, hoy asistimos perplejos a la ampliación de la lista de líderes intolerantes que quieren "destruir" Occidente.

En este sentido, el pensamiento de Eduard Saïd recobra actualidad, pues se puede constatar que de nuevo Occidente reinventa su "orientalismo", y quiere dibujar a su imagen y semejanza una región con la que mantiene una involucración profunda, pero a la que debe respetar y permitir que proyecte por sí misma su futuro.

Nadie puede justificar o defender las atrocidades de estos extremistas, pero ¿puede la comunidad internacional desarmar política e ideológicamente a estos grupos radicales y violentos? Ellos buscan crear terror y desolación, y polarizar la difícil relación entre el mundo arabo-musulmán y el mundo occidental. ¿Tenemos que hacerles el juego o debemos buscar nuestra propia agenda para desactivar la auto anunciada profecía del choque de civilizaciones?

La primera cuestión es si lograremos erradicar la amenaza con intervenciones militares. La respuesta es compleja, pues en algunos casos las intervenciones son necesarias e incluso pueden ser efectivas para detener una desestabilización general.

En todo caso, para tener una legitimidad plena y contar con el apoyo firme de la comunidad internacional es necesario el respeto a la legalidad internacional y contar con una resolución del Consejo de Seguridad.

Analistas, expertos, diplomáticos y políticos coincidimos en que la solución militar en esta confrontación ideológico-civilizacional está llamada al fracaso y al sufrimiento. Por ello, es necesario y urgente proponer una estrategia política integral y constituir una verdadera coalición política, que no militar, con todos los países y actores relevantes de la región.

Hoy Oriente Próximo vive de nuevo una profunda recomposición, cien años después del Acuerdo de Sykes-Picot y de la Declaración Balfour, nos enfrentamos a un profundo cambio de equilibrios y de relaciones de fuerza.

El problema es que nadie ha imaginado, ni se ha preocupado, en pensar qué ocurrirá el día después de la destrucción, división y fragmentación de esos territorios. Parece que no se poseen el coraje y la valentía necesarios para proponer soluciones políticas a estas crisis.

Somos conscientes y sabemos que sin resolver el conflicto israelo-palestino, y sin hacer realidad la solución de los dos Estados la inestabilidad, el sentimientos de injusticia perdurará en la región. Sería una paradoja que el Estado 194 de Naciones Unidas fuera el Kurdistán y no Palestina.

La noticia de que Suecia, país europeo influyente en la esfera internacional, haya tomado la decisión de reconocer el Estado Palestino debería movilizar a la UE en la defensa y reafirmación del proceso del doble reconocimiento de la comunidad internacional de Israel y Palestina.

Además, junto al problema específico israelo-palestino, la región necesita dotarse de un sistema de seguridad colectiva en el que todos los estados asuman su compromiso y responsabilidad con el mantenimiento de la paz y el desarrollo sostenible de la región.

Probablemente, nos acerquemos a momentos en los que hay que redefinir y ajustar fronteras, así como fijar mecanismos de cooperación y solidaridad. Para ello, parece urgente que la política y la diplomacia internacionales comiencen a estudiar y a proponer iniciativas que podrían encontrar inspiración en el modelo europeo de Helsinki; donde aliados y enemigos se tendieron la mano y establecieron normas y compromisos para garantizar la paz y la convivencia mutua.

No basta con las intervenciones militares y los acuerdos diplomáticos para reconciliar a estos mundos. Es necesario, sobre todo, avanzar con propuestas similares a la Alianza de Civilizaciones.

Llama la atención el clamoroso silencio de Naciones Unidas y la infrautilización de sus instrumentos y plataformas. Sin caer en la ingenuidad, pues la Alianza de Civilizaciones no habría evitado los escenarios desgarradores y los degollamientos públicos y publicitados de ciudadanos inocentes, hubiera sido más que oportuno escuchar su voz denunciando y proponiendo movilizaciones solidarias de ciudadanos de diversas creencias, en favor de la paz y la convivencia.

La Alianza de Civilizaciones puede y debe hacer mucho más en este sentido, y tiene en estos momentos una gran responsabilidad de acompañamiento de todos los procesos de reconciliación.

Los líderes de opinión y muchos medios informativos nos hacen creer que nuestros dirigentes son valientes porque deciden ir a la guerra; valentía que se difumina y desaparece a la hora de proponer iniciativas de paz. Y, por ahora, todo indica que la cobardía de hacer la paz es mayor que la valentía de hacer la guerra.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

18 de julio de 2014

  • 18.7.14
Los últimos acontecimientos en Gaza me devuelven la crueldad y el sufrimiento de una región a la que he dedicado muchos de mis esfuerzos profesionales y personales que, desgraciadamente, no logra poner punto final a más de 64 años de conflicto.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Del lado palestino son ya más de doscientas personas las fallecidas en la última semana que, junto a edificios destruidos, se instala la desesperación de una población que duerme desamparada cada noche por los bombardeos y sin saber si al día siguiente alguno de ellos o de su entorno habrá desparecido. Del lado israelí, las sirenas de Tel Aviv, que no habían sonado desde la guerra de Irak, contaminan ahora la noche de las familias con temor e incertidumbre.

No quiero indagar aquí el origen o el por qué de esta nueva crisis, si bien nadie puede negar a Israel su derecho a una legítima defensa, aunque esta debe ser proporcionada. Todo el mundo ha condenado el rapto y la ejecución de los tres jóvenes israelíes, al que me he sumado personalmente. Y todos hemos condenado también el horrible asesinato de un joven palestino muerto por la sinrazón y a manos de la venganza de radicales y fanáticos judíos.

Ante esta situación, nos embarga la vergüenza ética y política al asistir impotentes a un despliegue de violencia que parece no detenerse y nos retrotrae a los episodios más dramáticos y tristes de la región.

Esta situación vuelve a mostrar la ausencia de coraje y valentía políticos de la comunidad internacional que está cada día más «cansada» de un conflicto que dura casi 100 años y que parece no tener vías de solución.

Salvo el oportuno y valiente gesto del Papa Francisco, los principales actores internacionales, al parecer, han "tirado la toalla" y no alcanzan una salida definitiva. La Administración norteamericana y el presidente Obama han reaccionado y han lanzado la voz de alarma en la comunidad internacional, mientras tratan de buscar un acuerdo similar al de 2012, junto a Egipto y Catar.

En este escenario, ¿dónde está Europa? ¿Qué hace o dicen los líderes europeos? Hemos leído fuera de las portadas de los rotativos y de los diarios digitales que Europa ha hecho tímidos llamamientos a la contención de las partes. Pero, ¿dónde están las diplomacias europea y española? ¿Qué catástrofe tiene que producirse para que nos movilicemos?

Creo que no debemos esperar ni un momento más a que la trayectoria de un misil produzca una tragedia mayor para que nos saque del letargo. Tenemos que reflexionar y actuar rápidamente para que Gaza no sea condenada a la indignidad de la muerte y el sufrimiento, y las familias judías al temor y la violencia. Hay que actuar con celeridad y movilizar de inmediato a la opinión pública internacional, aparentemente narcotizada por el mundial de fútbol o las vacaciones estivales.

La solución pasa también porque Europa asuma su responsabilidad y proponga un plan de paz que, en mi opinión, debe contener el doble reconocimiento de los Estados de Israel y Palestina, tanto por la comunidad internacional como por todos los Estados miembros de la Unión Europea. Y encauzar las negociaciones de paz para hacer realidad la solución de los dos Estados en convivencia pacífica y segura.

Se trata de movilizar a los principales países europeos para aplicar de forma inmediata la Iniciativa Árabe de Paz aunque, previamente, y de manera urgente, hay que forzar un alto el fuego inmediato y retomar a las negociaciones que, lideradas por Estados Unidos, fracasaron el pasado mes de abril.

Europa está obligada a enviar un mensaje claro a las partes y fijar un calendario hasta finales de año para que estas propuestas puedan dar sus frutos. De no ser así, Europa debe replantearse una revisión total de su política exterior hacia la región y proponer medidas más contundentes para romper el estancamiento del conflicto. ¿A qué esperamos?

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

25 de junio de 2014

  • 25.6.14
No es la primera vez que la socialdemocracia en general, y el PSOE en particular, “se enfrentan a momentos difíciles”. Si se leen los editoriales, las informaciones y los comentarios de las últimas semanas parece que el futuro del partido atraviesa uno de sus peores momentos.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Es cierto que los dos últimos años han sido uno de los períodos más negativos de la larga vida de nuestra organización. Muchos, casi la mitad de los militantes, intuimos que el partido necesitaba un cambio profundo y renovar personas, contenidos y formas.

Lo que hubiera podido ser un nuevo renacer se convirtió en una victoria pírrica en el Congreso fallido de Sevilla. La nueva dirección no integró las voces de aquellos que no compartían plenamente sus ideas, tácticas y estrategias, y no ha sabido cohesionar las distintas sensibilidades del PSOE.

Los resultados han sido nefastos, derrota tras derrota electoral hasta llegar a estas últimas elecciones europeas en las que la desafección ha alcanzado un máximo histórico. Salvamos los dos dígitos porcentuales por los pelos pero la tendencia es inapelable: o cambiamos o desaparecemos.

Ante esta tesitura, el aparato y la militancia están reaccionando de manera distinta. Algunos, los que no desean ver un partido renovado e ilusionante, actúan con prácticas anticuadas y con predicciones apocalípticas y mensajes repletos de escepticismo, confusión y contradicciones para así trasladar un sentimiento de nostalgia: “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Otros desean el cambio pero no se sienten con suficientes fuerzas para desembarazarse de compromisos y pactos del pasado, y temen proponer soluciones innovadoras ante los nuevos y profundos retos que nos acucian.

Otros, bien intencionados, carecen de la convicción para movilizar a la mayoría de los militantes con propuestas de cambio. No obstante, todos ellos aún no han presentado lo que, a mi modo de ver, es lo más importante: un nuevo relato del socialismo del siglo XXI con un programa detallado y que ilusione y gane la confianza de una sociedad que, como la española, está decepcionada y desorientada con un partido cuyas siglas se han deteriorado en el transcurso de los últimos años, así como sus principales señas de identidad. Y lo que es aún más importante, ha socavado su capacidad de presentar proyectos innovadores y adelantarse al futuro.

No es de recibo justificar el desapego de la sociedad hacia los socialistas excusándose esencialmente en la gravedad y envergadura de la crisis económica e institucional. No pueden justificarse los malos resultados si, por una parte, proclamamos y defendemos nuestro ideario tradicional y, por otra, practicamos un pragmatismo neoliberal. No se puede ignorar la confusión que genera cuando, de una parte, acudimos a la crítica recurrente al Gobierno y, de otra, negociamos en secreto un gran pacto PP-PSOE.

Nuestro electorado quiere saber si en verdad tenemos un modelo alternativo, si podemos defender y aplicar políticas de igualdad; si queremos y luchamos por consolidar y hacer avanzar el Estado del Bienestar; si nuestro modelo fiscal es justo, moderno y eficaz; si nuestra capacidad de crear riqueza tendrá un reflejo redistributivo y un mayor compromiso social; si nuestra política de inmigración será represiva y de seguridad o, por el contrario, buscará alternativas en la acción exterior y la cooperación.

La ciudadanía quiere conocer si nuestro modelo de Estado es realmente federal y si lo proponemos con firmeza y convicción y no con “cuchicheos”; si podemos ser un país influyente en Europa y no aceptaremos las imposiciones en contra de los intereses de la mayoría; o si tenemos o no una nueva visión de la organización de los partidos políticos y de cómo atraer y convencer a los militantes y simpatizantes para que se adhieran al empeño y el trabajo colectivo de la reconstrucción del país.

Todas estas cuestiones, y otras muchas, merecerían más tiempo y más espacio para ser tratadas en profundidad y, sin duda alguna, deberán formar parte de ese nuevo relato que tiene que ser discutido y propuesto por la militancia, con mayor participación y transparencia, y sin las trabas orgánicas de la última conferencia política donde se cercenaron las voces disonantes.

Todos los candidatos que hasta ahora han expresado su deseo de dirigir el PSOE tienen la capacidad y el liderazgo para hacerlo, pero ninguno podrá impulsar una verdadera renovación si no logra unir y cohesionar un equipo y diseñar un programa con las aportaciones de todos.

Hoy vivimos en una sociedad compleja e incierta y para responder a sus retos necesitamos de liderazgo, comprensión y ayuda de todos. No podemos cometer de nuevo el error del Congreso de Sevilla. No necesitamos más transiciones. “El PSOE debe resurgir con fuerza escuchando el mensaje de los ciudadanos”, como afirma la secretaria general del PSOE de Andalucía, Susana Díaz, pues nos encontramos en una encrucijada.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

12 de junio de 2014

  • 12.6.14
Aunque soy muy consciente de que el tópico es un lugar común y, por ello, en muchas ocasiones pierde significado, pero no por muy repetido que éste sea deja de ser cierto: el mejor embajador de España ha sido el Rey Juan Carlos I. Desde su posición de jefe del Estado, y con gran intuición, destreza y habilidades de buen negociador, consiguió desmantelar el aislamiento al que España fue sometida durante décadas.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

En el ámbito exterior, Don Juan Carlos ha representado con prudencia y acierto al Estado, así como las aspiraciones europeístas y de internacionalización de la sociedad y la política españolas. Su respaldo fue fundamental para acelerar nuestro ingreso en Europa y para relanzar las relaciones con Latinoamérica, Estados Unidos, el mundo árabe o el Mediterráneo.

De él partieron iniciativas para el acercamiento a organismos multilaterales, regionales y Estados. Su conocimiento de la política exterior y la diplomacia, y su carácter abierto, le han sido de gran utilidad a nuestra democracia a lo largo del reinado.

Así pues, podemos destacar su papel en la puesta en escena de nuestro país en el año 1992, fecha en la que tanto en los Juegos Olímpicos de Barcelona como en la Exposición Universal de Sevilla la Corona tuvo una gran implicación en la visibilidad exterior de una España moderna, con imaginación e impulso suficientes para ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.

Su papel fue decisivo también en la Conferencia de Paz de Madrid y, tres años más tarde, en la convocatoria de la Cumbre Euro-mediterránea de Barcelona y en su décimo aniversario.

Don Juan Carlos ha sido un Rey profundamente latinoamericano, pues sin su compromiso inquebrantable con esta comunidad de naciones difícilmente se hubiera organizado el sistema de cumbres y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

Su empeño ha servido para que la narrativa española y europea sobre Latinoamérica haya evolucionado. Hoy los Estados latinoamericanos presentan perfiles propios y no se enfocan desde una perspectiva monolítica, por ello, se ha implicado en el desarrollo de sus organismos y asociaciones regionales.

El Rey ha sido siempre cuidadoso con las decisiones políticas y ha asumido su papel constitucional con rigor. Esta práctica se corresponde con los recuerdos que conservo de él después de multitud de viajes, reuniones de trabajo, audiencias y entrevistas.

Siempre ha estado a disposición de los gobiernos y al servicio del país y de la sociedad española. Con diligencia ha efectuado viajes que han ampliado los horizontes de nuestras relaciones políticas y diplomáticas.

A lo largo de mis cerca de siete años de mandato al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, tanto él como la Reina colaboraron activamente en nuestra apertura exterior, así como a trasladar la solidaridad de los españoles a aquellos países azotados por el hambre, el subdesarrollo o las catástrofes naturales.

El respaldo de los Reyes a la política africana fue fundamental para que España fuera ubicada en el mapa y considerada por los Estados del África austral y occidental, y su trabajo nos permitió tener unas relaciones más extensas e intensas con estos países.

Afortunadamente, Don Juan Carlos ha ido siempre más allá de la diplomacia económica en el ejercicio de la Jefatura del Estado y se ha involucrado en abrir las barreras a nuestro idioma y cultura, y también a la solidaridad de los españoles.

Su cercanía ha posibilitado que llegue el calor y el afecto de la ciudadanía española a sociedades empobrecidas. Doña Sofía ha sido punta de lanza de la cooperación española y los Príncipes de Asturias nos han aproximado aún más a la comunidad internacional.

La Corona ha sido fundamental para estructurar la red de diplomacia pública española y siempre ha acompañado la puesta en marcha de nuevos centros del Instituto Cervantes en el mundo, así como la creación de las casas África, Árabe, Sefarad-Israel y Mediterráneo o la puesta en marcha de la Fundación ONUART que posibilitó la realización de la cúpula de Barceló en el Palacio de las Naciones de Ginebra, por citar sólo algunos ejemplos.

Son muchas y conocidas las anécdotas protagonizadas por Don Juan Carlos aunque yo conservo con especial recuerdo el almuerzo con el presidente Obama y la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, donde se produjo el encontronazo con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

En la Casa Blanca, el Rey demostró sus capacidades políticas y sociales, así como su gran conocimiento de la política internacional. El presidente Obama quedó gratamente impresionado por su personalidad y su claridad de ideas pues, al margen de las relaciones bilaterales, Latinoamérica y, especialmente, Cuba ocuparon un lugar preferente en este almuerzo que actualizó y dinamizó nuestra interlocución con Estados Unidos.

En cuanto a las diferencias con el presidente Chávez, sólo recordar cómo Su Majestad recompuso con serenidad y humor sus relaciones personales con el mandatario venezolano en Marivent, donde éste último le regaló una camiseta con la conocida frase “por qué no te callas” para después indicarle que a él se la había regalado el presidente Bush.

Recuerdo aún mi última reunión con él siendo ministro. Le informé del acuerdo suscrito para el establecimiento de relaciones diplomáticas con Bután, con lo que se culminaba la apertura de España a todos los países representados en Naciones Unidas.

El Rey se encontró con una España aislada y en su reinado nos hemos integrado plenamente en la Unión Europea, en tres ocasiones hemos sido miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se han presidido otras tantas el Consejo Europeo y se han obtenido las presidencias del Consejo de Europa y de la OSCE, al tiempo que hoy formamos parte del G-20.

El Rey ha decidido abdicar y dar paso a una nueva generación para que sea ahora la protagonista de la Historia, y los que colaboramos con él con entusiasmo lo haremos también con los Príncipes de Asturias, lo que realzará aún más su figura y su voluntad de acuerdo, así como los valores de compromiso con los intereses generales de España de los que ha sido su mejor embajador en esta etapa democrática.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

29 de mayo de 2014

  • 29.5.14
En los últimos años hemos escuchado y repetido en muchos foros y en muy distintos lugares que la Unión Europea atraviesa un impasse (Tratado Constitucional), o que vive un período de ensimismamiento (Tratado de Lisboa y crisis económica y financiera). Curiosamente, el modelo más desarrollado para afrontar los desafíos de la globalización vuelve a cuestionarse nuevamente el quiénes somos y dónde vamos…

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Quizá, porque los conservadores enfocan Europa desde el prisma exclusivo de la paz y el mercado y, por el contrario, los progresistas lo hacemos desde el estilo de vida: el bienestar; unos y otros estamos de acuerdo en que Europa sigue siendo un proyecto necesario y atractivo, aunque las diferencias, la profundidad de la crisis, los dogmatismos económicos, políticos y burocráticos, y el incumplimiento de los Tratados y los equilibrios y dejaciones del ejecutivo europeo, están en la raíz de la desafección y en la reedición de nacionalismos y post-fascismos.

No resulta coherente que la Europa nacida del Plan Marshall y de la CECA, la segunda economía del mundo, no sea capaz de avanzar en el proyecto político-institucional más interesante y complejo de la modernidad, y que no pueda desembarazarse de las tutelas psicológicas que dificultan su construcción y un liderazgo en la escena internacional.

Europa es mucho más que un modelo de éxito y, desde el punto de vista político, no puede permitirse la inmadurez en cuestiones políticas e institucionales. Debe seguir creciendo.

A pesar de que pudiéramos preguntarnos si la UE sufre el síndrome de Peter Pan, considero que probablemente el trastorno es sólo apariencia, pues la Unión Europea parece que se ha quedado sin ideas (abstractas y concretas), pero no es cierto.

Tanto el colegio de Comisarios como las nuevas instituciones emanadas del Tratado de Lisboa no han tenido, o no han querido, tener otras visiones de Europa y han ignorado su espíritu fundacional. Se han enredado en cuestiones técnico-burocráticas, mientras se han deteriorado nuestras democracias y la calidad de vida de muchos europeos, y no sólo del sur.

Europa puede avanzar hacia una mayor integración política, social y económica y, además, es la mejor solución para posicionarnos en una globalización que podemos y debemos moldear para que no destruyan nuestros derechos políticos, sociales y económicos, y favorezca sinergias para el desarrollo de una gobernanza global, que vaya más allá de los intereses meramente económicos.

¿Por qué no elevamos las aportaciones del 1 por ciento del PIB de los Estados a la UE? ¿Por qué las medidas en los ámbitos financiero y monetario se aprueban para luego prorrogarlas? ¿Por qué no nos dotamos de una agencia de calificación y de un Banco Central que incida en el empleo más allá del control de la inflación?

¿Por qué no hay un criterio armonizador de política fiscal en la zona euro y de normativa laboral? ¿Por qué no aceleramos nuestras inversiones en investigación, desarrollo e innovación? ¿Por qué se antepone la seguridad a la cooperación en materia migratoria? ¿Por qué no desarrollamos un esquema netamente europeo en materia de seguridad y política exterior?

Éstas y muchas otras cuestiones apremiantes han quedado en el aire de una campaña diseñada más para criticar las coyunturas nacionales que para informar a la ciudadanía europea, que percibe a la UE como una abstracción de donde comienzan a llegar malas noticias y actuaciones de escaso fundamento democrático.

La desafección (abstención) política no puede atribuírsele a la inmadurez de la sociedad europea, sino al aparente síndrome de Peter Pan que presentan algunos líderes políticos nacionales y europeos, que aún mantienen principios económicos y políticas fracasadas para defender intereses que desenfocan y licuan el futuro europeo.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS


8 de mayo de 2014

  • 8.5.14
Hace unas semanas se produjo un típico episodio de las siempre turbulentas relaciones hispanoguineanas. Para cualquier observador ajeno, lo sucedido no tiene explicación lógica. El presidente de la excolonia española en África viaja a nuestro país como único jefe de Estado extranjero para rendir homenaje a uno de nuestros más admirados y respetados políticos: el presidente Adolfo Suárez.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Venía para agradecer la cooperación española en favor de su país, a pesar de que nuestros dirigentes de aquellos tiempos le negaron la seguridad (la Guardia Civil) y el apoyo económico-financiero (la introducción de la peseta como moneda ecuatoguineana).

El presidente se limitó a acudir al funeral, mostró su afecto y respeto, y no pronunció declaración alguna sobre España o los españoles. Al margen de los saludos protocolarios en la catedral madrileña, nadie lo recibió oficialmente, aunque sí recibió descalificaciones personales y duras críticas por su presencia.

Al día siguiente, cuando en la sede del Instituto Cervantes de Bruselas defendió la lengua y la cultura españolas como señas de identidad de su país, al subrayar las raíces hispánicas de Guinea como referente único dentro del continente africano, todas las críticas se centraron en la alusión a una eventual intervención del Rey en la promoción del acto.

A partir de esa mención inexacta, se desató todo un vendaval de críticas, de comunicados y contra-comunicados. El encuentro o no-encuentro, la cena o no-cena con ocasión de la cumbre UE-África concluyeron sin que hubiese una reunión formal entre el presidente del Gobierno español y el presidente Obiang; en definitiva, la “esquizofrenia hispano-guineana” se apoderó de nuevo de nuestras relaciones.

No es la primera vez que ocurre. Hace sólo unos meses, la simple presencia de “La Roja” en Malabo destapó todo un aluvión de críticas. Nadie en aquel momento tuvo el valor de decir lo más sencillo: la verdad. Y la verdad es que la Selección Española visitaba su segunda patria lingüística y cultural, y que los ecuatoguineanos la sienten como propia, la siguen y se alegran con “La Roja”, y querían ver de cerca a sus “héroes”. España había ganado la Copa del Mundo en África y Guinea Ecuatorial quería compartir y sumarse a esa alegría.

¿Y por qué toda esta “esquizofrenia”? Muchos dirán que toda la culpa recae en el presidente Obiang y su Gobierno, que Guinea no merece ser visitada, que su régimen debe ser aislado de visitas de mandatarios y políticos españoles, así como que los dirigentes ecuatoguineanos tampoco sean bienvenidos a nuestro país.

Esta es la opinión más extendida en el ámbito político y mediático español desde hace varias décadas, y parece que la “esquizofrenia” mutua hace imposible transformar esa percepción que no permite diferenciar entre lo real y lo irreal, pensar de manera clara, tener respuestas emocionales adecuadas o actuar dentro de la normalidad en escenarios políticos y sociales.

Sin embargo, muchos conocen cuál fue mi compromiso de revisión y modificación de las relaciones hispano-guineanas en mi mandato como ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación. En todo momento intenté cambiar esa deriva esquizoide a través del diálogo, el respeto y el conocimiento mutuo.

Y aún trato de hacerlo hoy, pues creo que España y los españoles cometeríamos un gravísimo error histórico si abandonamos Guinea, la ignoramos o la despreciamos. España no puede cometer nuevamente un error similar al de Filipinas, donde nuestra lengua y cultura luchan en los últimos años por salir de las “catacumbas” y esquivar la apisonadora de la lengua y el mundo anglosajón.

Con Guinea se trataría de conocer sus últimos cambios, reformas, contradicciones y dificultades. Corresponde a los guineanos, y sólo a ellos, decidir su futuro… Y a nosotros, los españoles, acompañarles en el empeño.

Soy el primero en solicitar avances al presidente Obiang en lo político y en lo social, pero siempre en un marco de respeto y de diálogo constructivo. Lo que sí puedo afirmar hoy es que el presidente Obiang es el primer defensor en su país de las relaciones hispano-guineanas y de las señas de identidad de la lengua y la cultura españolas.

No sé qué puede ocurrir en este sentido con sus sucesores y con las nuevas generaciones de guineanos. Mi sugerencia es que muchos españoles y analistas políticos visiten este país libremente, conozcan los avances sociales y los cambios económicos que se han producido en los últimos años y, al mismo tiempo, asuman la responsabilidad y el legado históricos que España debe mantener con esta nación africana.

La “esquizofrenia hispano-guineana” no colabora ni mejora la situación interna de Guinea en relación con España. Se habla mucho de una política de Estado para las relaciones exteriores, donde los intereses a corto, medio y largo plazo deberían obligar a todos los actores políticos españoles a trabajar por una relación estable y próspera con Guinea Ecuatorial.

Los políticos debemos asumirla y no sucumbir, como casi siempre, a las voces alimentadas por ese “síndrome esquizofrénico” de algunos sectores que parecen no desear que cambien las cosas para bien de guineanos y españoles. A todos ellos les pediría que leyesen los telegramas del embajador de Estados Unidos en Malabo desvelados por Wikileaks y vean cómo otros se felicitan por la “esquizofrenia hispano-guineana”.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

27 de marzo de 2014

  • 27.3.14
En los ámbitos de la política exterior y las relaciones internacionales hoy se cuestionan la validez y eficacia de las sanciones a los Estados y de las medidas selectivas o “embargos inteligentes”. Este debate se ha trasladado también a la sociedad civil donde se destaca su ineficacia y el sufrimiento, empobrecimiento social e institucional que se inflinge a sociedades y Estados.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Desde su implantación en 1960, no han sido un medio idóneo para “imponer democracias”, porque el hecho de la “imposición” niega el propio espíritu de la democracia. Y lo que es peor aún, genera opacidad y arbitrariedades en los procesos político-diplomáticos y en los intercambios entre sociedades civiles, al tiempo que nos retrotraen a los años de tensión de la Guerra Fría.

La encuesta del Atlantic Council, presentada el pasado 11 de febrero en Washington, sobre las opiniones de los norteamericanos del primer y más duradero embargo de la era moderna, Cuba, señala que el 56 por ciento desea un cambio de política hacia la isla y la normalización de las relaciones cubano-norteamericanas.

Este porcentaje se eleva hasta el 62 por ciento entre los latinos y al 63 por ciento entre los residentes del Estado de La Florida, que registra el mayor censo de población de origen cubano. Más del 80 por ciento de los encuestados en este Estado se manifiesta a favor de un mayor diálogo con el Gobierno cubano sobre temas de interés común, como la seguridad o la cooperación en emergencias medioambientales.

Desde el Siglo de Pericles hasta nuestros días, la sanciones se han mostrado ineficaces y los resultados de ésta y otras encuestas e informes de organismos internacionales y ONG prueban que el sistema de embargos es una penalización a la ciudadanía y a los Estados y no evoluciona hacia una dialéctica constructiva.

En algunos casos, las sanciones se utilizan como coartadas y se acompañan de “indiferencia” hacia terceros Estados, lo que introduce aún más incertidumbre y desconfianza en la esfera internacional, así como alineamientos de Estados impropios del siglo XXI.

La Administración Obama ha dado pasos tímidos en la dirección de abandonar el embargo a Cuba, mientras que la Unión Europea se dispone a desmantelar la posición común. Varios Estados europeos han firmado memorandos bilaterales con Cuba que, paradójicamente, contradicen el espíritu y la letra de esta figura, mientras la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, tiene el compromiso de las autoridades cubanas de emprender un diálogo constructivo para profundizar en las relaciones de la Unión Europea con la isla; único Estado de América Latina y el Caribe con el que la UE no mantiene diálogo político.

En el caso estadounidense, ha habido un punto de inflexión con la Administración Obama y el secretario de Estado, John Kerry; este último se ha propuesto una “política creativa” hacia Cuba, mientras se avanza en la liberalización de viajes y el envío de dinero. Estos cambios no son suficientes y así lo transmiten la sociedad y la Administración norteamericanas.

Hoy es posible impulsar la salida de Cuba de la lista de países terroristas, como gesto de buena voluntad, e iniciar el diálogo político para desmontar el régimen de sanciones: “el bloqueo”. Estoy convencido que el presidente Obama sintoniza con las corrientes de opinión que reclaman una nueva política hacia Cuba, pues las generaciones de origen cubano-norteamericano ya no se perciben como un obstáculo.

Según señalan Peter Schechte y Jason Marczak, del Adrienne Arsht Latin America Center del Atlantic Council de Washington, tienen “una visión muy diferente; primero son norteamericanos, orgullosos de su herencia cubana, pero hablan principalmente inglés y consideran a Miami, Newark o Los Ángeles como sus hogares, y ya no a La Habana, Santiago o Mayagüey”.

Por su parte, el presidente Raúl Castro ha iniciado un conjunto de reformas que van más allá de la apertura económica y cumple con su programa para modernizar el país y liderar cambios; también en materia de seguridad y paz, como ha quedado patente en la última reunión de la CELAC en La Habana, del pasado mes de enero.

Si la Administración Clinton puso punto y final a tres décadas de sanciones a Vietnam (1964-1994), probablemente ya haya llegado la hora de abrir un diálogo directo entre las administraciones de Barack Obama y Raúl Castro. Seguramente es el momento de iniciar una nueva política cubano-norteamericana que desemboque en el desmantelamiento del “bloqueo” más largo de la historia y se dé paso al diálogo político y la cooperación.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

20 de marzo de 2014

  • 20.3.14
Cualquier manual de diplomacia recomienda acudir a la historia y la geografía como ciencias complementarias para extraer un diagnóstico adecuado y aplicar así una política eficaz para la resolución de eventuales conflictos. Sin embargo, hoy parece que se ha hecho oídos sordos de esta práctica habitual de la historia de la diplomacia para afrontar la crisis de Ucrania.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

No seré quien se oponga a la modernización y democratización de Ucrania y, menos aún, a que toda la atención europea hacia este país se oriente a alcanzar su enraizamiento en Europa.

Comparto todos los esfuerzos de la Unión Europea y de su Alta Representante para alcanzar una asociación estratégica de Europa con Ucrania, y así reforzar el Estado de Derecho y las libertades de tantos ucranianos que han denunciado la corrupción y las malas prácticas políticas del presidente Yanukovich, pero también soy de los que piensan que todo avance y progreso en las relaciones con Ucrania debe hacerse tomando en consideración sus relaciones con la Federación de Rusia.

Ucrania ha podido ser, y espero que en un futuro próximo lo sea, uno de los nexos de unión entre Rusia y la Unión Europea, y no lo que dramáticamente se nos muestra; es decir, un campo de batalla para ver quién se hace “dueño” o “protector”, como si los ucranianos no tuviesen la suficientemente madurez para buscar un espacio propio que preserve su doble pertenencia tan necesaria como enriquecedora.

En mi opinión, tanto europeos occidentales como rusos deberíamos buscar el establecimiento de un “status sui generis” para este país. En una de mis visitas a Kiev, tras el fracaso de la “revolución naranja” y ante un nuevo proceso electoral que dio su victoria al presidente Yanukovich, sugerí a mis interlocutores ucranianos algunas ideas de futuro para galvanizar las tendencias enfrentadas entre Europa y Rusia.

A veces se olvida que la Federación de Rusia tiene un marco institucional con la OTAN, el Consejo Rusia-OTAN, que se celebra regularmente al margen de las Cumbres Trasatlánticas, y siempre que no se vean afectados por crisis como de la Georgia.

En estas circunstancias se debiera haber explorado, sobre todo en tiempos de confianza y de reconciliación como los de Yeltsin o la llegada de Putin al poder, para promover una nueva forma de cooperación y partenariado.

La base naval de Crimea habría podido ser el primer jalón de una base conjunta de la OTAN y la Federación de Rusia con el fin de hacer frente a los nuevos desafíos estratégicos y de seguridad del área euro-centroasiática.

En lugar de instalar escudos antimisiles en los países del antiguo Pacto de Varsovia, Estados Unidos y la Alianza Atlántica podrían haber imaginado o promovido alguna iniciativa en la que fuerzas armadas conjuntas hubieran compartido sistemas de seguridad y defensa sobre amenazas comunes.

Desgraciadamente, Crimea es la demostración de que el espíritu y las sospechas de la Guerra Fría perviven. Sólo podremos resolver el conflicto de Ucrania si decidimos dar carpetazo final a la Guerra Fría y, como diría Georges Kennan en su largo telegrama de Moscú de 1946, contribuimos a eliminar “la visión neurótica del Kremlin de los asuntos mundiales y el sentimiento instintivo ruso de inseguridad”. El presidente John Kennedy así lo entendió y en su “Peace Speech” apostó por aquellos que creyeron en un destino común de la Humanidad.

Esta situación en Ucrania se ha visto aún más agravada por la decisión del Parlamento de Crimea de proclamar unilateralmente su independencia y pedir su integración con Rusia. Esta resolución debería evocar algunas de las adoptadas hace años y que, en mi opinión, han conducido a crear precedentes innecesarios.

Aludo concretamente al reconocimiento, por parte de una gran mayoría de países occidentales, de Kosovo. Se apoyó su declaración unilateral de independencia y muchos nos opusimos a ello, a pesar de las fuertes presiones a las que nos vimos sometidos.

Hoy podemos afirmar con serenidad que nuestra decisión fue adecuada. Aún recuerdo cómo la mayoría de mis colegas europeos, exaltados y furiosos, reclamaban a la Federación de Rusia el respeto a la integridad territorial de Georgia y cómo les recordé que en los ámbitos de las relaciones internacionales y el Derecho Internacional se debe mantener la coherencia para no crear precedentes que más tarde sean difíciles de defender y explicar.

Hoy nuevamente nos enfrentamos a un caso muy similar y, cuando los representantes de Crimea proclamen de manera unilateral su independencia qué pueden decir aquellos líderes que se envolvieron en la bandera independentista kosovar. ¿Cuáles son los argumentos jurídicos y de Derecho Internacional que diferencian estas situaciones…?

España y sus respectivos gobiernos, a pesar de las aceradas críticas de los supuestos defensores del pensamiento políticamente correcto, actuaron y actúan conforme a la legalidad internacional y, sobre todo, conocen bien la historia y la geografía de esa región, pues como nos indica el viejo refrán español: “quien siembra vientos, recoge tempestades”.

En cualquier caso, la situación actual de Ucrania sólo puede resolverse por las vías diplomática y política. En primer lugar, debemos rechazar el referéndum de Crimea por su ilegalidad; en segundo lugar, la comunidad internacional debe colaborar a la preparación de las próximas elecciones presidenciales en Ucrania del mes de mayo, con el fin de crear las condiciones objetivas para que el pueblo ucraniano decida su futuro político en libertad y con plenas garantías democráticas. Y por último, la comunidad internacional y la Unión Europea deben buscar el entendimiento estratégico con la Federación de Rusia para evitar una segunda Guerra Fría.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

27 de febrero de 2014

  • 27.2.14
Tragedias como la de la playa de El Tarajal nos devuelven la cruda realidad de la inmigración y su tratamiento, tanto en Europa como en nuestro país, al tiempo que interpelan a la conciencia europea que se suma ahora 15 nuevas muertes de inmigrantes en aguas del Estrecho.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Este episodio que se repite con demasiada frecuencia y nefastos o trágicos resultados en los contornos fronterizos de la Unión Europea es sin duda responsabilidad de la Comisión y de los Estados miembros, donde se comienza a criminalizar la inmigración e ignorar su situación, así como los efectos de no intervenir en la ordenación de flujos.

No podemos cerrar los ojos ante un hecho incontrovertible de hondo carácter humanitario. Por ello, parece más que razonable no degradar la posición de las políticas de inmigración y su seguimiento en la agenda europea, y no incidir en “la globalización de la indiferencia”.

La Comisión Internacional de Juristas llama la atención sobre la suficiencia de normas para proteger y regular las migraciones, aunque tanto la comunidad internacional como la UE las incumplen o, sencillamente, las respetan parcialmente o en función de intereses.

Las lecturas parciales de las normas no deben perder de vista que la legislación europea establece que los extranjeros que accedan a la UE tienen el derecho a la solicitud de asilo. El Tratado de Schengen recoge las condiciones en las que un Estado miembro puede denegarla y, por ello, se debe anteponer la obligación de rescate y protección de las personas que se encuentran en peligro en las fronteras de la UE y no abandonarlas a su suerte.

Así se recoge en el Pacto Europeo sobre Inmigración y Asilo, donde la UE se comprometió a desarrollar una política de migración exhaustiva y flexible, centrada en la solidaridad y la responsabilidad.

El Programa de Estocolmo, por una Europa abierta y segura que sirva y proteja al ciudadano, culmina este año y su revisión debe recoger toda la experiencia del cuatrienio y las perspectivas demográficas de la UE para fortalecer sus objetivos de construir una Europa de los derechos y de la justicia, protectora y solidaria.

Las avalanchas de inmigración irregular no se detienen con violencia u hostigamiento, sino con políticas integrales que establezcan mecanismos de coordinación efectiva entre países emisores, de tránsito y destino, con medidas orientadas a la integración, con políticas de cooperación al desarrollo y con instrumentos adecuados y bien financiados.

Así lo entendimos los gobiernos español y marroquí en 2006, fecha en la que propiciamos la convocatoria de la Conferencia Euroafricana de Migración y Desarrollo de Rabat, que tuvo su continuación a finales de ese año en la Conferencia de Inmigración y Desarrollo de Trípoli.

Ambas citas sentaron las bases de una política integral y coordinada en materia de inmigración y desarrollo que, como en el caso español, eran seguidas por el Gobierno los viernes antes de los Consejos de Ministros. Igualmente se desarrollaron instituciones, como la Casa Árabe y la Casa África, e instrumentos estratégicos de planificación como el Plan África.

Los acuerdos de asociación entre la Unión Europea y los países emisores de inmigración agilizaron mucho los procesos de devolución y sus garantías legales, lo que propició una estrecha colaboración con Marruecos que, como es sabido, cuenta en su territorio con más de un millón de inmigrantes no legalizados.

La presión migratoria sobre Ceuta y Melilla no puede ser utilizada por el Gobierno para incumplir la legislación internacional y europea, y tampoco puede convertirse en una coartada para hacer modificaciones en el reglamento de la Ley de Extranjería y dar carta de naturaleza a las “devoluciones en caliente”.

Al margen de recuperar la relevancia de la inmigración en la agenda europea, es posible adoptar medidas como la creación de una sede de Frontex en Andalucía, al tiempo que se refuerzan los medios materiales y humanos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, pues la UE destina sólo 527 millones de euros a la protección de las fronteras españolas, cuya partida más importante se dirige al mantenimiento del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE).

Creo conveniente que la Comisión Europea se ocupe de la regularización y las normas de búsqueda y rescate de inmigrantes en las aguas territoriales y que refuerce el enfoque de la inmigración como un asunto de seguridad y protección de los derechos de los ciudadanos europeos. Pero esto no basta.

Todavía se está a la espera de observar una visita de un alto dirigente europeo a países de origen o de tránsito. La inmigración ilegal no se puede encauzar sólo con medidas de justicia e interior, sino con una política exterior europea y de los Estados miembros.

Estamos a tiempo de abandonar las tentaciones de criminalización de la inmigración y su confusión con la delincuencia, así como de frenar el proceso de abandono a la suerte de la frontera de los más desfavorecidos del mundo.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

30 de enero de 2014

  • 30.1.14
Califiqué el año 2013 como un año de transición y así ha sido. Desde la caída de Lehman Brothers hace cinco años, los europeos y fundamentalmente los países del Sur hemos sufrido una crisis institucional y económica en forma de “w”, y nos aferramos a las previsiones de instituciones y centros que auguran la salida, aunque sea con cautelas y tras unos elevadísimos costes de sufrimiento humano y desigualdad.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Por ello, 2014 puede inaugurar un ciclo reactivo y proactivo que nos permita zafarnos de la dinámica transitoria de 2013, corregir los efectos de la Gran Recesión y reformar, ampliar y legitimar las organizaciones internacionales que rigen la esfera global. En este año deben iniciarse los trabajos del proceso de control y balance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y su tránsito a los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030.

El centenario de la primera guerra mundial, que puso fin al primer gran período de globalización y favoreció corrientes nacionalistas y proteccionistas que culminaron en la segunda gran guerra, podría ser el momento para reflexionar sobre los límites de la globalización y trazar el rumbo de la gobernanza global en el siglo XXI, con los valores fundacionales de la comunidad internacional reforzados; es decir, con garantías contrastables.

Es apremiante pensar los fundamentos de la reforma del sistema institucional internacional, aportar nuevos valores y establecer mecanismos de legitimidad y control políticos en las relaciones internacionales.

Muchos estados, incluidos los desarrollados, atraviesan una fase de introspección y ensimismamiento en su política interior, donde se aprecia la reedición de viejos esquemas de desagregación entre política exterior e interior; enfoques que soslayan la interdependencia y los nuevos y viejos factores y actores que conforman la escena internacional: un mosaico de 194 escenarios. Todos ellos sacudidos por la desconfianza y la elevación de la incertidumbre global. Junto a otros hechos, el caso Snowden ha contribuido a estimular un clima político efervescente.

La puesta al día del sistema de Naciones Unidas no puede detraer energías para avanzar en la reforma del sistema de Bretton Woods y la revisión de las causas que lo propiciaron, pues éstas se han multiplicado y sofisticado en las últimas décadas, y agotan muchos esfuerzos de gestión de estructuras institucionales obsoletas.

La inspiración del sistema de Bretton Woods es deseable: la economía al servicio del empleo; como lo es también que los poderes públicos controlen los mercados financieros, sus derivados y la propia creatividad financiera a través de órganos administrativos independientes y sancionadores, que devuelvan la confianza a la ciudadanía y a los inversores.

La crisis de la primera década del siglo XXI presenta muchas derivadas y la europea es un desafío para aquellos que pensamos que una Europa política reforzará nuestra relevancia y presencia en la comunidad internacional. Considero que la acción política puede equilibrar y favorecer también la vigorosidad de la recuperación.

Los líderes europeos de la izquierda deben presentar un proyecto político de alcance que estimule la participación y el empoderamiento de la ciudadanía; un modelo que presente alternativas innovadoras y razonables para gestionar los procesos de globalización que nos afectan, al tiempo que corrija las tensiones identitarias y sectarias de muchas democracias europeas, algo difícil de entender por nuestro acerbo jurídico, social e histórico.

En el año 2014 Europa tiene una cita con su futuro porque debemos votar por más unión y ampliar las instituciones para avanzar en un sistema de democracias orientadas al desarrollo sostenible y la creación de valor.

La armonización financiera, fiscal y laboral de la Eurozona es un futurible y, probablemente, un objetivo deseable, como también lo es una mayor capacidad de legitimación, responsabilidad política y transparencia de los representantes institucionales y de sus decisiones, o implementar el mandato del Banco Central Europeo para que se ocupe no sólo de la inflación sino también de las políticas de empleo, por citar algunas de las cuestiones que ya se vislumbran en el debate político y podrán determinar el voto el próximo mes de mayo.

Para que la cita electoral de esta primavera sea un éxito europeísta debemos reducir la desafección política y a ello deben dedicar muchos esfuerzos los partidos políticos, los Estados miembros de la UE y la Comisión saliente.

Europa puede y debe avanzar en la construcción política de un modelo social de mercado y, para ello, es muy necesaria la coordinación política e institucional y, sobre todo, establecer más controles democráticos como corresponde a la unión de democracias que recogen los Tratados.

Es razonable que la UE y su política de vecindad acerquen posiciones con Rusia, Ucrania y Turquía, y que se siga muy de cerca el ritmo y la evolución de la Primavera Árabe (elecciones en Egipto, reconstrucción libia, evolución tunecina…) y de los conflictos de Oriente Medio.

Aquí hay que celebrar las conversaciones de Ginebra I y II, así como el lento deshielo de las relaciones entre Estados Unidos e Irán. Este debería ser el año de la paz entre palestinos e israelíes y espero que fructifiquen los esfuerzos del secretario de Estado norteamericano, John Kerry. Todos deberíamos centrarnos en este objetivo y que Palestina ingrese como miembro de pleno derecho en Naciones Unidas como el país número 194.

Mientras que la paz debe ser el objetivo prioritario e irrenunciable de Oriente Medio, los Estados del Golfo continúan con la reflexión sobre su futuro y el África Subsahariana mantiene una evolución sostenida, salvo por la lacra de los conflictos bélicos y étnicos. África está comprometida con la preservación del recuerdo y el legado del recientemente fallecido Nelson Mandela, que animará el avance político, social y económico posible y deseable para los Estados africanos en 2014.

En Asia, Japón inundó los mercados de yenes e inició el camino de la recuperación económica y el abandono de la deflación bajo el impacto de Fukushima, mientras que la Asamblea Nacional Popular eligió como nuevo presidente de la República Popular China a Xi Jinping, en marzo de 2013, sobre quien recae la tarea de estimular la demanda interna y, previsiblemente, reorientar la estrategia de política exterior del gigante asiático más allá de la región.

El año 2013 ha sido muy intenso para América Latina, la muerte de Hugo Chávez y la elección de Nicolás Maduro en Venezuela, la reelección de Rafael Correa en Ecuador y la vuelta a la Presidencia de Chile de Michelle Bachelet, han sido acontecimientos de gran relevancia, como también lo han sido el proceso de paz abierto en Colombia o las reformas iniciadas en México.

Entre los hechos más destacados está la declaración del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en la Organización de Estados Americanos (OEA), donde se comprometió a poner punto y final a la Doctrina Monroe.

Los procesos electorales en América Latina han iniciado un nuevo ciclo y en los dos próximos años tendrán elecciones presidenciales siete Estados. Todas ellas vendrán marcadas por los desafíos regionales y nacionales de gobernabilidad, y por la promoción de la igualdad y, sobre todo, por las necesidades de formación de la ciudadanía y la seguridad ciudadana, así como por la diversificación de las exportaciones.

La descripción del escenario español, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional y de la OCDE, es poco halagüeña. Previsiblemente, España necesitará al menos un quinquenio para volver a los niveles de actividad previos a la crisis y nuestra brecha en la UE crece como también lo hace la desigualdad.

El número de parados se aproxima a los 6 millones, más del 26 por ciento de la población activa, lo que nos sitúa, junto a Grecia, a la cabeza de Europa en desempleo y soportamos niveles superiores a la Gran Depresión americana.

El deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos alcanza también a los que aún mantienen su trabajo, porque los salarios han decrecido un 7 por ciento en los últimos tres años y el PIB real por habitante nos retrotrae a niveles de hace una década.

Desafortunadamente, los temas centrales de la actualidad política española seguirán siendo en 2014 el desempleo y la salida de la crisis, la corrupción, el deterioro institucional, la pérdida de influencia en el mundo y la cuestión catalana y vasca. En el escenario nacional, el PSOE no debe retrasar aún más los procesos de primarias así como la búsqueda de nuevos liderazgos para salir reforzado electoralmente e impulsar una nueva narrativa socialdemócrata en estos comienzos del siglo XXI.

Si el año 2013 lo califiqué hace meses como de desconcierto y continuidad, los deseos para 2014 no pueden ser otros que el de poner freno al hambre y la desigualdad, reforzar las democracias y el proyecto político europeo, y que España busque vías de solución al marasmo interior que agudiza su ensimismamiento y recupere la ilusión y su lugar en Europa y el mundo.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

23 de enero de 2014

  • 23.1.14
De confirmarse las noticias de que la Unión Europea pueda aprobar un marco de cooperación con Cuba para 2015, la posición común podría tocar su fin. Esta excepcionalidad impulsada por los Gobiernos de José María Aznar no sólo se ha mostrado ineficaz, sino que niega el espíritu de diálogo y entendimiento que constituye la espina dorsal de Europa, que mantiene relaciones con todos los países latinoamericanos.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Como defendí en los Consejos de Asuntos Generales de la Unión Europea, el diálogo constructivo y no el aislamiento es el mejor instrumento para reforzar las relaciones bilaterales y multilaterales, así como para afianzar nuestros lazos históricos, sociales, culturales y económicos.

Siempre he pensado que el aislamiento es el primer paso hacia la indiferencia y España y Europa no pueden ignorar los avances que se han producido en Cuba, así como la buena disposición que han mantenido sus autoridades para el restablecimiento de relaciones políticas y de cooperación. En el año 2010 estuvimos muy cerca de romper la barrera de la posición común, algo muy criticado y rechazado por la gran mayoría del Partido Popular.

Considero que el diálogo político e institucional con La Habana nos situará en una mejor posición para acompañar las reformas impulsadas por los líderes cubanos, reconocidas también por Estados Unidos.

España vive hoy la noticia de construir un marco de diálogo y cooperación con Cuba con la satisfacción del reencuentro y con la esperanza de que Europa acelere el diálogo para profundizar en unas relaciones que nunca debieron encapsularse en la incomunicación. Aplaudo al Gobierno español por haber comprendido finalmente que el diálogo es la mejor vía para construir juntos el futuro entre Cuba, España y Europa.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

26 de diciembre de 2013

  • 26.12.13
La alianza contra Europa suscrita el mes pasado en La Haya entre partidos neofascistas de Francia y Holanda sugiere con urgencia que las formaciones de izquierda y las plataformas ciudadanas comiencen a tener un discurso claro de protección de las democracias y los derechos civiles y laborales en todo el territorio de la Unión Europea. Y que la Comisión vigile y sancione los niveles de cumplimento de los Tratados.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Si así fuese no formarían parte del paisaje político europeo los partidos que proclaman abiertamente la intolerancia del racismo y la xenofobia. Los que promueven el populismo del odio y el desmantelamiento de Europa.

Probablemente, estos compatriotas son más nocivos que los euroescépticos del otro lado del Atlántico que, por lo general, tienen presente siempre nuestra historia del siglo XX. Europa no puede seguir impertérrita ante la demolición de los Estados de derecho, el avance de las desigualdades y la ascensión de los populismos y la desafección política. Necesitamos más Europa. Y una Europa que se sienta orgullosa de sus principios y valores.

La izquierda debe comprometerse con una Europa que vuelva a abanderar los derechos humanos, los valores democráticos y la solidaridad interterritorial para seguir siendo un emblema global de progreso y bienestar. Y un referente mundial de libertades y derechos.

Sólo un proyecto de gran alcance político puede hacer de Europa un referente de la mundialización. La izquierda europea está necesitada de una nueva narrativa y un proyecto común donde, al igual que se reconocen los techos de gasto de los Estados y de la Comisión, Tratados, directivas y legislaciones nacionales establezcan umbrales mínimos de bienestar. Europa tiene la responsabilidad de aportar a la comunidad internacional buenas prácticas democráticas y buenas prácticas de gobierno.

Los ciudadanos europeos queremos más instituciones y más legitimadas y fuertes, con el fin de construir una Unión política que influya en la regulación de las economías real y financiera, y apueste por ampliar los espacios públicos y mejorar el empleo.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

13 de diciembre de 2013

  • 13.12.13
La comunidad internacional está de luto por la muerte de Nelson Mandela, un hombre de convicciones profundas que derribó la frontera del apartheid y, sin duda alguna, nos descubrió la fuerza de la paz y de la reconciliación. En su autobiografía, El largo camino hacia la libertad (1944), comenta de dónde sacó la coherencia y la fuerza de sus convicciones:

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Es de estos camaradas en la lucha de los que he aprendido el significado del coraje. Una y otra vez he visto hombres y mujeres expuestos y torturados sin quebrantarse, demostrando una fortaleza y resistencia que desafía a la imaginación. 

He aprendido que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo del mismo. He sentido miedo yo mismo más veces de las que puedo recordar, pero lo oculté tras una máscara de audacia. Un hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo.

En esas memorias nos enseña que la libertad es responsabilidad e implica una lucha diaria, continuada: He recorrido ese largo camino hacia la libertad. He intentado no desfallecer; he tropezado a lo largo del camino. Pero he descubierto el secreto tras subir una gran colina, pues uno descubre que hay otras muchas más colinas que subir. 

He tomado un momento de descanso aquí, para robar una vista a la gloriosa vista que me rodeaba, para mirar desde la distancia a la que he llegado. Pero solo he podido descansar por un momento, porque la libertad entraña responsabilidades, tengo que persistir porque mi largo camino no ha finalizado aún.

Adiós Madiba, y gracias por enseñarnos que la búsqueda de la tolerancia, el diálogo y la paz son un proceso vital y continuado al que nos has invitado desde el ejemplo de la coherencia. Gracias Madiba porque nos has mostrado la importancia de África y has contribuido a su despertar en el siglo XXI. Hasta siempre.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

28 de noviembre de 2013

  • 28.11.13
El acuerdo alcanzado en Ginebra entre Irán y el Grupo 5+1 puede calificarse de histórico porque es un punto de inflexión que puede inaugurar un cambio geopolítico. Ha sido fruto de un largo período de negociaciones y ofrece un gran potencial para redefinir un nuevo equilibrio regional e internacional.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

A él se ha llegado tras muchas horas de negociaciones, iniciadas hace ya 10 años con el impulso de Javier Solana. Estuvo casi cerrado en muchas ocasiones aunque lo impidieron las circunstancias geoestratégicas y la falta de voluntad política de Irán y Estados Unidos.

Fue posible hace unos días por diversas razones y por la lógica política desplegada en el espacio abierto por la diplomacia, pues cuando se busca el acuerdo éste siempre puede encontrarse. Sin la visión de Obama y Rohaní, los intentos de negociación hubiesen sido baldíos.

También ha sido decisivo y hay que felicitar por su trabajo al equipo y a la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Política de Seguridad, Catherine Ashton, así como al ministro ruso, Serguéi Lavrov, por su habilidad política y buenos oficios diplomáticos.

Este éxito demuestra que Europa tiene la capacidad y el saber hacer suficientes para afrontar con garantías un proceso negociador tan complejo como el programa nuclear iraní. Por ello, los europeos deberíamos extraer varias lecciones del acuerdo, recuperar nuestra autoestima y estimular nuestra participación en otras crisis que requieren de soluciones de diálogo y consenso.

Entre las más importantes lecciones del acuerdo de Ginebra está el hecho de comprender e interiorizar su propia fragilidad y la necesidad de ofrecer algún mecanismo que consolide el cambio histórico en la región.

En este sentido, Europa podría ofrecer su experiencia en la promoción de modelos de éxito en momentos de cambios estratégicos de calado histórico. Si en 1975 el Acta de Helsinki sirvió para reconocer a la URSS y garantizar la intangibilidad de las fronteras a cambio de asumir la responsabilidad y el compromiso en favor de los derechos humanos, se podría imaginar una propuesta de conferencia de seguridad y cooperación para Oriente Próximo, con la participación de Israel, y abordar en ella todas las cuestiones aún pendientes en la región. Es decir, desde las capacidades nucleares y de seguridad hasta las cuestiones políticas, sociales, económicas, financieras y culturales.

El Grupo 5+1 ha realizado un gran trabajo sobre un área fundamental para la seguridad de la zona y ahora les corresponde a actores como la UE, los países del Golfo Arábigo y Turquía diseñar un nuevo marco de seguridad colectiva para el siglo XXI en una región vital para nosotros y para la estabilidad internacional.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS


19 de noviembre de 2013

  • 19.11.13
Muchos ciudadanos compartimos que la Unión Europea ha pasado del impasse al marasmo y que las derivas de nuestras democracias y de la propia Comisión sólo han provocado hasta la fecha más desafección política y euroescepticismo. Sabemos que una Europa conservadora antepone la unión económica a la política y que los países del Sur sufrimos en nuestras carnes los efectos de los rescates, parciales o totales, así como las imposiciones de una austeridad devastadora.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Este ideario nos ha llevado a los estrepitosos fracasos de la troika, mientras que los ciudadanos, cada día más perplejos, nos cuestionamos la legitimidad política de no pocas decisiones que se adoptan en Bruselas, Frankfurt, Berlín o Washington, y que afectan a nuestras vidas cotidianas.

Defiendo que Europa vuelva a inspirarse en sus principios fundadores y en el bienestar como ejes para diseñar el futuro y, lógicamente, tanto la burocracia europea como los conservadores ven en esto una amenaza al statu quo.

Perciben que una nueva Europa puede poner en peligro equilibrios y posiciones que se encaminan, más temprano que tarde, al proteccionismo de Estado en todas sus versiones y amenazan seriamente la construcción de una Europa próspera y relevante en el mundo.

Si bien es cierto que la Gran Recesión se ha llevado por delante muchos gobiernos progresistas, no lo es menos que Europa está dominada hoy por los conservadores mientras que socialistas y progresistas no hemos sido capaces de transmitir nuevas ideas y proyectos, y se han aceptado acríticamente algunos marcos conceptuales conservadores. Por ello, los ciudadanos europeos optan por votar al original y no la copia, como desvelan las encuestas que han publicado diversos medios europeos.

Ante el desmantelamiento de libertades y derechos, así como de las prestaciones sociales, los socialistas hemos alzado una voz tenue y sin convicción. ¿Dónde están las protestas por las insuficientes perspectivas financieras 2014-2020? ¿Dónde las denuncias sistemáticas por la reducción de los recursos destinados a la Europa social o a la investigación, desarrollo e innovación? ¿Cuántas reivindicaciones masivas hemos visto frente al ridículo programa de empleo para jóvenes europeos? ¿Cuántas protestas por los fracasos de la troika?

No basta con expresiones retóricas si éstas no se acompañan de compromiso, ideas, movilizaciones y solidaridad con los ciudadanos que vemos desvanecerse el sueño europeo en paralelo a las clases medias. La Europa del siglo XXI necesita de una nueva narrativa, tanto interna como externa, porque sólo así encontrará un lugar propio y destacado en la globalización, así como una salida a la crisis; cuestión ésta que hoy nos remite al estancamiento y a la activación de nuevas y más dolorosas crisis.

En este contexto, y ante las elecciones europeas de mayo de 2014, los socialistas españoles debemos hacer un esfuerzo y llegar a esta contienda con un debate profundo y clarificador, una organización más ilusionada y un liderazgo futuro claro, porque Europa al igual que España necesita de un PSOE renovado.

Podemos romper el aislamiento individualista y generar una ilusión colectiva para el empoderamiento ciudadano y el impulso de proyectos comunes como redefinir el papel de Europa en el mundo, avanzar hacia una Europa más social y política, e introducir medidas novedosas como la incorporación a Tratados y constituciones de un techo de Estado de Bienestar y medidas para profundizar en la economía social de mercado.

Así podremos hacer frente a decisiones políticas insoslayables, urgentes y de gran calado, como requiere la Unión Europea. Por su importancia es absolutamente urgente que el PSOE aprenda de sí mismo y de los errores de los partidos socialistas europeos (PS, PSF, PASOK…).

No podemos rehuir el debate abierto con la militancia y con aquellos ciudadanos que se sienten progresistas y es más que razonable pedir a la dirección socialista un proceso de primarias abiertas antes de mayo de 2014. Y no sólo porque lo reclame la militancia, sino porque del futuro de Europa depende el de España.

Necesitamos un PSOE fuerte y renovado, y con un nuevo relato europeo que debe ser la espina dorsal del proyecto para España. Dibujamos diversos escenarios políticos y, en el caso del PSOE, todos pasan por la convocatoria de un proceso de primarias previo a las elecciones europeas, donde los socialistas estamos llamados a aportar valor y a crear una nueva narrativa socialdemócrata europea.

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS
Si lo desea, puede compartir este contenido:


GRUPO PÉREZ BARQUERO


CULTURA - MONTILLA DIGITAL


AGUAS DE MONTILLA

AMONTÍLLATE - AYUNTAMIENTO DE MONTILLA


DEPORTES - MONTILLA DIGITAL


LA ABUELA CARMEN - LÍDER EN EL SECTOR DEL AJO, AJO NEGRO Y CEBOLLA NEGRA


FIRMAS

Montilla Digital te escucha Escríbenos