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Mostrando entradas con la etiqueta Materia Reservada 3.0 [Fernando Rueda]. Mostrar todas las entradas
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18 de diciembre de 2014

  • 18.12.14
Decir una falsedad hasta la extenuación no la convierte en real. Muchas leyendas urbanas se repiten tanto que la gente termina creyendo que son verdaderas. Una de las más recientes habla de la mala suerte que ha perseguido a los 25 militares de la elitista Seals que mataron a Bin Laden el 1 de mayo de 2011.

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Tanto se está repitiendo que voy a intentar lanzar un rayo de luz sobre los datos auténticos y contrastados que hay sobre el tema, al margen de lo que los medios de comunicación internacionales han difundido.

La operación que facilitó a Hollywood la idea para rodar la película Zero Dark Thirty (La noche más oscura) comenzó con el accidente de uno de los helicópteros que transportaba a los soldados, pertenecientes a la unidad Seals, una de las mejores del ejército estadounidense.

Se cuenta que unos cuantos soldados perdieron la vida por esta causa, lo que es absolutamente falso: los únicos muertos que se produjeron fueron Bin Laden y algunas de las personas que le protegían o acompañaban.

Poco tiempo después, en julio, otro helicópteros destinado en los Seals sufrió un accidente mientras sobrevolaba Afganistán, según unos por una avería y según otros por culpa del fuego de los talibanes.

Aunque los soldados pertenecían a la unidad que mató a Bin Laden, la 6, no hay ninguna certeza de que fueran los mismos que protagonizaron el asalto a la casa del emir de Al Qaeda en Pakistán. Principalmente porque no se sabe el nombre de los que participaron en la operación, salvo los que se han hecho públicos por ellos mismos. Un silencio evidente para poner a resguardo a las familias de los fallecidos.

Además, en estas unidades las rotaciones son brutales. Teniendo en cuenta que los que intervinieron en el asesinato de Bin Laden eran los más experimentados, lo que hace lógico que muchos se hubieran retirado en los meses siguientes.

Algún medio italiano, del que se hicieron eco otros internacionales, entre ellos los españoles, hablaban de que solo quedaban con vida dos soldados. Sin embargo, han sido tres los que han levantado el dedo para reclamar la atención sobre ellos.

Uno, sin identificar, dijo que se encontraba al borde de la pobreza, sin pensión ni seguro médico. Otro, Matt Bissonette, contó en un libro sus aventuras como Seals y se adjudicó haber disparado contra Bin Laden. Y un tercer, Robert O'Neill ha aparecido recientemente narrando los mismos hechos y asumiendo también la responsabilidad de matar al líder de los terroristas.

Puede haber muchas maldiciones y algunas deben ser tremendas, pero en este caso no ha existido. No saquemos deducciones que no podemos demostrar.

FERNANDO RUEDA

12 de noviembre de 2014

  • 12.11.14
Después de 50 años de actividad, Alfonso Guerra ha anunciado que deja la política. Su etapa más intensa fue durante los años en los que ocupó el puesto de vicepresidente del Gobierno, junto a Felipe González. Como recuerdo de aquellos años, hay un episodio relacionado con el mundo del espionaje poco conocido, pero que ayudó a cambiar la historia de España.

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A mediados de los años ochenta, Guerra se convirtió en objetivo de la CIA. Decidieron elaborar un amplio dossier sobre él, sometiéndole a una estrecha vigilancia. Querían descubrir no sólo sus encuentros públicos, sino todos los episodios de su vida privada.

Buscaban asuntos con los que poder chantajearle y manipular sus actitudes a favor de los intereses norteamericanos. Para ello necesitaban información no solo del vicepresidente, sino de su mujer, sus hermanos y de todos los que le rodearan, incluidas algunas mujeres con las que se le había visto en algunas ocasiones.

Con ese objetivo, el agente "Gino" de la CIA se puso en contacto con "Jesús", que había sido jefe de Seguridad del Palacio de la Moncloa en tiempos de Adolfo Suárez. En cuanto fue tocado, "Jesús" se puso discretamente en contacto con el CESID –ahora CNI– para informar de las presiones de la CIA, quienes le solicitaron que siguiera el juego a "Gino" para acumular pruebas irrefutables. Así lo hizo y muy bien.

Felipe González fue informado por el director del CESID, Emilio Alonso Manglano, cuando no había dudas del juego sucio del espionaje de Estados Unidos. Su orden fue tajante: debían abandonar España el jefe de la delegación la CIA y todos los agentes que le acompañaban: un total de ocho.

Nunca antes y nunca después se ha producido una medida de represalia tan tremenda contra la CIA en España. Y es que nunca se les había pillado investigando la vida privada de todo un vicepresidente, Alfonso Guerra, que en unos meses va a dejar la política.

FERNANDO RUEDA

29 de octubre de 2014

  • 29.10.14
España está convulsionada por el caso del llamado "agente Nicolás" –que otros llaman "pequeño Nicolás"– para realzar la estafa que ha cometido y de la que han sido víctimas decenas de personas que, por su posición social, debían haber estado más alerta del engaño.

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En la película El golpe, los pedazo de actores Redford y Newman hacen el papel de dos timadores que engañaban a un jefe de la mafia. Para ello no bastaba con su capacidad de engaño. Además debían disponer de la parafernalia adecuada para hacer creíble su embuste.

El "agente Nicolás" llevaba bien aprendida la lección. Era un embaucador, con mucha labia y muy listo, que enseñaba las fotos que se había tomado con gente importante como si demostraran una relación que en realidad no existía. Políticos, actores y demás gente con nombre posa con familiaridad con decenas o centenares de personas sin que ello suponga que son amigos de toda la vida.

Su habilidad estuvo en hinchar una mentira y en que la gente es crédula por naturaleza y más si se dispone de la parafernalia adecuada: coches de lujo, escoltas, pisos en zonas nobles y demás. Nicolás no trabajaba para la Moncloa ni lo hacía para el CNI. En ambos lugares se selecciona mucho mejor a sus colaboradores y no se deposita confianza en un joven sin preparación.

Timadores como él ha habido muchos en España. Un policía de Xátiva, hace poco tiempo, fue detenido por hacerse pasar por agente del CNI dedicado a reclutar chicas para el servicio. Evidentemente, tras unas pruebas teóricas intentaba convencerlas de que se debían acostar con él para pasar a ser espías y cobrar un alto sueldo.

Hace más de diez años conocí personalmente otra suplantación. Una chica se puso en contacto conmigo asegurándome que conocía personalmente a El Lobo y pidiéndome datos sobre él. El caso me extrañó tanto que me desplacé a una localidad de Alicante para charlar con ella. Allí descubrí el engaño y se lo hice conocer a la inocente joven.

El hombre que decía amarla, que aparecía por sorpresa cada seis meses y pasaba con ella un par de intensos días de amor prometiéndole volver, se parapetaba detrás de la identidad de El Lobo y de sus innumerables y peligrosas misiones secretas de las que no podía hablar. En realidad era un aprovechado, del que descubrimos que tenía familia e hijos en una ciudad de Cataluña. Y es que se puede engañar a unos cuantos durante un tiempo, pero es imposible hacerlo siempre.

FERNANDO RUEDA

15 de octubre de 2014

  • 15.10.14
La condesa de Romanones, Aline Griffith, fue espía del servicio secreto de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y algunos años más. Sabe lo que dice, aunque obviamente le falte información actual. El otro día hizo unas declaraciones que me llamaron la atención: "El papel de las mujeres en el mundo del espionaje ha dido muy importante. Corinna habría sido una buena espía".

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Decía esto la condesa a raíz de una pregunta sobre un collar de esmeraldas y oro blanco que vendió en una subasta y acabó en el cuello de la princesa Corinna, la amiga del rey Juan Carlos. Conociendo su belleza, sus exquisitas relaciones y su don de gentes, la condesa saca esa conclusión con argumentos: "habría sido una buena espía".

La información que la falta es que Corinna llegó a colaborar con el CNI, aunque sus dirigentes, como es normal y habitual, negaran cualquier relación con ella. No se reconoce una vinculación de ese tipo, ni bajo tortura. La gente que se mueve obteniendo información de gran valía y prestando todo tipo de ayudas, es protegida hasta la extenuación. Si hace falta mentir, se miente. Cosas del mundo del espionaje.

Se dijo que el CNI la había espiado para descubrir si la amiga del rey tenía trapos sucios que pudieran perjudicar a la monarquía. Se dijo que la habían protegido para evitar un secuestro o un atentado. La realidad es que ayudó al CNI, como lo hacen muchas personas importantes. Unos cobrando, otros a cambio de favores y algunos por un deseo de colaborar con su país. Siempre sacan algo, de eso no cabe duda.

Corinna, princesa Corinna. Como Bond, James Bond.

FERNANDO RUEDA

1 de octubre de 2014

  • 1.10.14
El yihadista vasco. Así titulaba hace unos días Gerardo Elorriaga en El Correo la crítica a mi novela El regreso de El Lobo. Hacía referencia al hecho de "la conversión del infiltrado en un musulmán radicalizado" que "constituye un original punto de partida de la novela". A lo que añadía que la obra goza de "una notable sensación de credibilidad, favorecida por la construcción de los personajes".

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He tenido la suerte de que las críticas hasta el momento han destacado que "constituye una de las aportaciones más atractivas de los últimos tiempos al género del espionaje". Pero también Mikel Lejarza ha sido el centro de atención a raíz de la publicación del libro.

Se ha recordado su arriesgada peripecia en el seno de ETA, las veces que escuchó el silbido de una bala dirigida a él que, por suerte, equivocó el rumbo; incluso se ha hablado de esa desazón que le produjo el comportamiento de los mandos de su propio servicio secreto. "Cuántas veces me habré preguntado para qué", escribe al final de El regreso de El Lobo.

Como contador de historias que investigo en las alcantarillas del poder, creo justo reconocer que con frecuencia hay gente a la que le disgusta el contenido de los que contamos. Cuando los temas están cerca de nuestra forma de concebir el mundo los aplaudimos, pero no si son historias que consideramos benefician a nuestros enemigos.

En el Festival de Cine de San Sebastián se ha estrenado la película Lasa y Zabala. Basándose en los documentos del juicio, según especifica su director Pablo Malo, cuenta la verídica historia de dos miembros de ETA que fueron secuestrados en Bayona por miembros de la Guardia Civil y trasladados a España donde fueron torturados y finalmente asesinados.

Ya antes de llegar a las salas de cine, la película se vio envuelta por la polémica por haber sido financiada por instituciones controladas por la izquierda abertzale y por el Gobierno vasco del PNV.

Habrá que esperar a ver la película, pero de entrada hay que respetar el derecho de cualquier creador a hacer una película basada en hechos reales y en una parte de la historia española que no nos gusta a muchos y que por suerte fue desterrada de la lucha antiterrorista.

A veces, los que tienen que ser los buenos, se convierten en malos. Fueron pocos, pero eso también forma parte de las alcantarillas del poder. Como periodista de investigación defenderé siempre el derecho de todos a contar historias, siempre que se ajusten a la verdad.

FERNANDO RUEDA

1 de agosto de 2014

  • 1.8.14
Pocos países han tenido las narices necesarias para afear con claridad al Gobierno de Estados Unidos el espionaje indiscriminado al que ha sometido a sus ciudadanos. Y los diplomáticos de Obama que han recibido esas quejas no han contestado "pío, pío, que yo no he sido".

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Con una actitud prepotente, han asegurado que transmitirían los mensajes, pero que esos temas pertenecían a la seguridad nacional de su país. Puede que sean un poco chulos, pero es que es su forma de ser con los países que saben inferiores.

Edward Snowden, el técnico de la NSA que ha sacado a la luz el espionaje tecnológico masivo, y Glen Greenwald, el periodista que está publicando sus filtraciones, han explicado que para Estados Unidos hay tres tipos de países.

Los primeros son los auténticos aliados. No es que no les espíen, es simplemente que cuentan con su autorización para hacerlo e intercambian abiertamente la información obtenida. Son los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, se unieron para fundar Echelon, el espionaje tecnológico basado en satélites más descomunal conocido hasta la fecha. Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Australia y Canadá son los partícipes de las fechorías de Estados Unidos –el primero de ellos destacado miembro de la Unión Europea-.

Los segundos son los países enemigos. Están aquellos que definen como golfos, ya sea Irán o Corea del Norte, pero también otros nada agresivos como Brasil. He utilizado el término "enemigo" porque no solo tiene un aspecto militar, sino también económico. Y este espionaje masivo de la NSA está quedando claro cada día que pasa que va dirigido a garantizar la prepotencia de la economía estadounidense en el mundo.

El tercer grupo son los aliados, entre los cuales se encuentra España. Son países de los que no tienen nada que temer, excepto en ese terreno financiero. Y que llevaban tiempo sospechando que las agencias de inteligencia de Obama se dedicaban a robarnos todos los datos que podían.

Snowden y Greenwald sacaron hace tiempo las pruebas que demostraban que España ha sido espiada masivamente. Hubo gestos de malestar en el Gobierno de Rajoy, pero más de cara a la galería. Protestaron, pero todo quedó ahí. Llevan años adoptando un sistema de comunicaciones gubernamental que creen que la NSA no puede violar. Al resto de los ciudadanos, que nos zurzan.

FERNANDO RUEDA

25 de julio de 2014

  • 25.7.14
Angela Merkel se sigue quejando del espionaje de Estados Unidos. Y Rajoy, aunque menos, también ha lanzado algunos dardos contra ellos. Alemania y España son dos buenos ejemplos de países que han utilizado potentes medios tecnológicos para conseguir información de sus enemigos.

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Hace ya muchos años, en la época de Franco, instalaron de forma discreta en Castilla-La Mancha, cerca de Manzanares el Real, el Centro de Estudios de Propagación Radioeléctrica, nombre extraño que sirve como pantalla de un centro de escuchas que nació como un proyecto de espionaje hispano-alemán, pero que en los últimos años se ha volcado más del lado hispano.

El acceso en mitad del campo está limitado con grandes cercas, que alejan a los curiosos que pasan por allí en coche del centro de escuchas, instalado bajo tierra, aunque algunas de sus numerosas antenas pueden detectarse desde el aire.

Con una tecnología ultra moderna guardada en el más absoluto secreto, intercepta de forma sistemática miles y miles de conversaciones telefónicas y por radio, seleccionadas en base a números y personas concretas y a un largo listado de palabras clave que recogen los temas de interés para la seguridad de España.

Las prioridades de este oculto centro de escuchas son la persecución de cualquier atentado contra la seguridad nacional, procedente de traficantes de armas, seres humanos o drogas, y el control de las actividades de servicios secretos extranjeros en nuestro territorio. También otras misiones internacionales que desconocemos.

Una muestra de que España y Alemania, como el resto de países importantes del mundo, hacen todo lo que pueden y más en el tema del espionaje.

FERNANDO RUEDA

9 de julio de 2014

  • 9.7.14
Disculpad que no escribiera antes sobre la reelección del director del CNI, Félix Sanz, pero he tenido que dedicar un pequeño esfuerzo a mi nuevo libro, El regreso de El Lobo, que llegará a las librerías a primeros de septiembre y cuyo impactante booktrailer habéis recibido tan bien.

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Ya había adelantado que el Gobierno iba a dar a Félix Sanz un segundo mandato de cinco años, aunque solo cumplirá hasta que el Ejecutivo que salga de las próximas elecciones generales nombre a su sustituto. No soy un adivino: lo decían los datos y hasta el propio Sanz lo dio por hecho en alguna reunión con periodistas.

Lo principal es que ha evitado los escándalos y eso vale sin duda un segundo reinado. Alguien que sale de la Comisión de Control del Congreso y consigue que hasta el representante de Izquierda Unida hable bien de él, es que dedica tiempo a explicar su trabajo y a engatusar (dicho en el mejor de los sentidos).

Cuentan que lo está haciendo bien y los datos que conocemos así lo atestiguan. Consiguió discretamente la liberación de los tres periodistas secuestrados en Siria, apoyó a la monarquía en el complicado caso Urdangarin, mantiene permanentemente informados a la vicepresidenta de las novedades que se van a producir en Cataluña...

Y ha hecho lo más difícil: salir con habilidad de los charcos que podían ensuciarle. Como es el caso de la ayuda a la NSA de Estados Unidos en su espionaje masivo por medios electrónicos.

Se demostró que el CNI dispone de tecnología avanzada y que la utiliza a veces en beneficio de terceros. Sin duda, a cambio de ayudas de esos países a España. Pero el hecho es que nadie entró al trapo contra él.

Su habilidad en las distancias cortas le ha granjeado el apoyo del Gobierno. Si consigue evitar un escándalo en sus filas, será el primer director del servicio secreto español desde la llegada de la democracia que salga por la puerta grande. Le queda año y medio.

FERNANDO RUEDA

4 de julio de 2014

  • 4.7.14
Disfruté un montón de la historia de El Confidencial Digital. Hicieron con talento su trabajo: contar la historia que la Asociación de Presos de Resistencia Galega había denunciado en contra del CNI. Aluciné, tengo que reconocerlo.

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Un independentista ha denunciado que el CNI intentó captarle. Hasta ahí todo normal y cien por cien creíble, pues esa es la forma de trabajar de los espías. Captan a alguien que está dentro, le convencen por las buenas o por las malas de que les pase información y le estrujan todo lo que pueden. Para conseguirlo, le prometen ayuda en procesos judiciales en marcha, dinero o cualquier cosa a la que este se avenga.

Lo increíble de la historia fueron los detalles del intento de captación fracasado. J.M.P. cuenta que conducía su coche por las calles de Vigo cuando le interceptó otro vehículo. Un hombre "que se identificó con un documento del Ministerio del Interior" le pidió que le acompañara a comisaría. Como se negó, allí mismo le ofreció cualquier cosa que necesitara a cambio de que se convirtiera en confidente del CNI.

Tal y como cuenta la historia J.M.P., puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que nadie del CNI, ni siquiera un agente chapuza –que habría sido ya expulsado- pudo llevar a cabo semejante estropicio.

Conseguir un informante conlleva una larga labor de preparación y estudio, acercarse a él en un momento apropiado –siempre con cierta privacidad para que no pueda montar un follón- y con una estrategia para saber cuál es su punto débil y atacarle por ahí. Jamás interceptar un coche y llevarlo a comisaría.

Además, los agentes del CNI utilizan nombres falsos en los acercamientos, sin enseñar jamás su acreditación, que no es del Ministerio del Interior sino una propia en que pone claramente que es del CNI. Si en algún momento no quieren especificar claramente que son espías, lo que hacen es decir que son "agentes de Presidencia del Gobierno", no del Ministerio del Interior.

Lo siento J.M.P. y Asociación de Presos de Resistencia Galega. No dudo de que el CNI tenga topos allí metidos y que pueda intentar meter más, pero denunciar un caso como éste carente de credibilidad ha sido un grave error. Busquen a los topos que tienen dentro y desenmascárenlos, pero antes consigan pruebas. De las buenas.

FERNANDO RUEDA

20 de junio de 2014

  • 20.6.14
El nombramiento del nuevo rey trae a colofón un tema importante relacionado con el servicio de inteligencia. El CNI, desde la creación de su antecesor el Cesid en 1977, siempre ha informado puntualmente al rey Juan Carlos de todo lo que ha sabido. Lo hicieron los tres primeros directores militares antes del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, incluyéndole cualquier tema de cualquier asunto del que se enteraban.

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Lo hizo Emilio Alonso Manglano, director de "La Casa" tras la intentona, llegando incluso a apuntarle con el número 1 de los ejemplares clasificados que enviaba a las quince máximas autoridades de la nación.

Siguió la estela Félix Miranda, que apenas estuvo unos meses en el cargo y retomó los mimos Javier Calderón, que como todos sus antecesores se pasaba periódicamente por el palacio de La Zarzuela para despachar asuntos de interés público y privado del monarca.

El primer civil Jorge Dezcallar llegó al puesto con el visto bueno del rey. Era un gran cambio en el Cesid, que tras él pasó a llamarse CNI y a experimentar grandes cambios. Tan buena fue su relación, que su nombre sonó varias veces para el cargo de jefe de la Casa Real.

Alberto Saiz no conocía al rey cuando fue nombrado para el cargo tras los atentados del 11-M, pero pronto se dio cuenta de la importancia de llevarse bien con él, ayudarle en todo lo que pidiera y tenerle al tanto de los asuntos más graves. Incluso don Juan Carlos se lo llevó alguna vez de caza para que pudiera hablar con un banquero portugués de su interés.

Tras la llegada nuevamente de un general, Félix Sanz, la relación no ha podido ser mejor. Le ha ayudado a resolver el tema de Urdangarin y los diversos ataques que ha recibido la monarquía en los últimos años.

Ahora llega Felipe VI, que espera mantener esa buena relación y no hay motivo para que cambie. Sanz seguirá acudiendo a Zarzuela para informarle de todo y para preguntarle si necesita información de alguna cosa.

Eso lo hará consciente de que el artículo 1 de la Ley 11/2002 que regula el CNI establece que son el "organismo público responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones". ¿Dónde aparece el rey?

FERNANDO RUEDA

13 de junio de 2014

  • 13.6.14
Nunca se han llevado bien. Ellos lo saben, sus jefes lo saben y el presidente del Gobierno del momento lo sabe. Poco hay que hacer, excepto dar la orden en algunos lugares de ser más discretos. Porque lo que hay en estos momentos –igual que hace 40, 30, 20 o 10 años– es una guerra declarada entre la Policía y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

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El motivo que ha desatado que la guerra silenciosa pase a desarrollarse en el cuadrilátero público de los medios de comunicación ha sido la participación activa del CNI en la denuncia contra nueve policías por el caso Emperador. Una de sus agentes, con el original nombre de "María", presionó a uno de los jefes de la trama, Yongping Wu Liu, para que contara todo lo que sabía contra uno de los policías.

A partir de ese momento, han aparecido informaciones en contra del CNI criticando sus fallos a la hora de conseguir información valiosa para el Gobierno. Incluso se han filtrado datos que van contra su director, Félix Sanz, hablando de la necesidad de que sea sustituido por un civil cuando dentro de unas semanas caduque el periodo de cinco años para el que fue nombrado.

El CNI se mantiene en silencio, no quiere que nadie diga que devuelven las balas lanzadas desde el lado de la Policía. Es una forma de decir que ellos hacen su trabajo y que son otros los que tratan de enmerdar la situación.

Es una vieja guerra que nunca ha parado, aunque en muchos periodos no se note porque los jefes políticos la han impedido. Los policías de los servicios de información y los agentes del CNI tienen muchos terrenos en que compiten por conseguir información: terrorismo de ETA y yihadista, investigación de la corrupción, temas internacionales...

Por mucho que ejecutivos del PP y PSOE lo hayan intentado en algunas ocasiones, los dos grupos no solo no comparten información, sino que esconden la que consiguen. Nunca se han fiado. Fueron llamados al orden cuando esa falta de colaboración facilitó que no se impidieran los atentados terroristas del 11-M. Durante un tiempo bajaron la cabeza y colaboraron algo más, pero duró poco.

La guerra se ha vuelto a desatar. Tiene pinta de que va a ganar el CNI, como lo ha hecho con frecuencia. Su director, Félix Sanz, tiene mucha más influencia en el Palacio de la Moncloa que el director de la Policía, Ignacio Cosidó o el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Resolver los trapos sucios del Gobierno en las alcantarillas tiene sus ventajas.

FERNANDO RUEDA

6 de junio de 2014

  • 6.6.14
El programa Equipo de investigación de La Sexta emite esta noche un reportaje sobre el trabajo de los detectives, en el que intervengo. Hace años escribí un libro titulado Espías, en el que me sumergía en un mundo tan complicado como ese. Después he seguido informando del tema, que ha cambiado en cuanto a medios, pero no mucho en cuanto a técnicas operativas.

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Desconozco el contenido del programa cuando escribo estas líneas, pero quiero dejar aquí mi opinión: los detectives privados son imprescindibles en una sociedad democrática. Los medios públicos no cubren, ni pueden cubrir, todas las necesidades de los ciudadanos. El espionaje industrial, la deslealtad de los empleados, los temas familiares (parejas, hijos), los asuntos económicos...

Hay muchos detectives buenos, pero también los hay malos, como en toda profesión. Los primeros son íntegros, honestos y llegan hasta donde pueden. Bordean la ley, pero no se la saltan. Los más imaginativos consiguen la información que buscan sus clientes, aplicando técnicas como la infiltración o la instalación de cámaras de grabación.

Otros se saltan la ley, sin duda. El sistema va contra ellos y los Cuerpos de Seguridad del Estado se sienten molestos con algunos de sus trabajos. Si les dejaran acceder, con todas las garantías judiciales, a cuentas bancarias, llamadas telefónicas o declaraciones de la renta, todo sería más eficiente. Pero la Policía no se fía.

Es verdad que hay algunos piratas en ese mundo. Yo hablé hace tiempo con un detective de Madrid que presumía abiertamente –grabé sus palabras con su conocimiento- de comprar a colaboradores para que le facilitaran movimientos de cuentas bancarias o papeles de Hacienda. Gente como él desacredita a la profesión.

Lo que es cierto es que mientras las leyes no se lo permitan, los detectives tendrán que hacer filigranas para conseguir la información imprescindible para solucionar sus casos. Están abocados a ello. En otros países como Estados Unidos se confía en los investigadores privados y les va muy bien. ¿Por qué no en España?

FERNANDO RUEDA

30 de mayo de 2014

  • 30.5.14
La Casa Blanca ha metido la pata de una forma increíble. Hace unos días facilitó una lista de altos cargos que asistirían a un acto en Afganistán con motivo de la visita del presidente Barack Obama. Los muy torpes se olvidaron de borrar el nombre del jefe de estación de la CIA. Un pecado nada venial que puede haber obligado al servicio de inteligencia a tener que prescindir de sus servicios.

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Estos fallos son poco frecuentes. Aunque los espías acuden a muchos actos oficiales en Estados Unidos y en cualquier país del mundo, sus nombres nunca aparecen. La identidad de un espía es algo que todo el mundo protege, porque de saberse quién es su vida puede correr peligro y, en cualquier caso, se acabó su imprescindible clandestinidad.

En Estados Unidos hubo un caso que de error sin premeditación no tuvo nada durante el mandato del presidente Bush II. La agente de la CIA Valerie Plame se encontró con que su identidad era desvelada en la prensa.

Ella supo desde el primer momento que la filtración era una venganza de la administración republicana motivada por las declaraciones públicas de su marido. Diplomático acreditado, se negó a admitir las mentiras del equipo de Bush sobre la posibilidad de que el Irak de Sadam Huseim tuviera armas de destrucción masiva. Nunca se lo perdonaron y les importó un bledo sacar a la luz la identidad de su mujer, una espía.

En España tenemos un caso bastante llamativo. Durante el mandato de Javier Calderón en el CESID –ahora CNI- durante el periodo 1996-2000, el presidente de Canarias, Manuel Hermoso, le telefoneó para preguntarle si Tomás Van de Walle había trabajado para ellos.

La razón de su preocupación estaba en que unos meses antes había nombrado a un director general y, varias semanas después, la prensa había descubierto que había sido espía y había actuado irregularmente en El Salvador, lo que le obligó a dimitir. Alguien le había susurrado que Van de Walle también había sido agente y no quería que el caso se repitiera.

La ley prohibe que cualquiera, y más al director del espionaje, facilite esa información, pero Calderón le confirmó sus sospechas. El nombramiento fue suspendido y Gabriel Mato fue nombrado en su lugar consejero de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Cuando todo estaba hecho, el presidente canario recibió una llamada del CESID. Le informaron de que el director se había equivocado y que el que había sido espía era el tío de Van de Walle. Un gran error que dejó al político sin cargo. Nadie dijo nada de la violación de la Ley de Secretos Oficiales.

FERNANDO RUEDA


23 de mayo de 2014

  • 23.5.14
De entrada, ni me sorprendió la noticia. Félix Sanz, director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), presentó el 12 de mayo el libro infantil Una de piratas, nintendos al abordaje. Con chaqueta y sin corbata, el jefe de los espías españoles es un hombre que ha asentado el puesto gracias a ser un perfecto relaciones públicas.

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Cuando llegó al puesto, el CNI había sufrido una de las peores crisis de su historia. Un grupo de agentes se había sublevado contra el anterior director, Alberto Saiz, y habían filtrado a la prensa todos sus trapos sucios hasta conseguir su dimisión.

Félix Sanz pacificó La Casa a su estilo: repartió medallas entre los combatientes a favor y en contra de su predecesor, instauró el mando militar y se dedicó a explicar a todo el mundo que había que tirar del carro en la misma dirección.

Convenció a varios de los anteriores directores militares –Javier Calderón y Andrés Cassinello- de que le ayudaran a pelear contra los malos y dejó los asuntos más complicados a su secretaria general, Beatriz Méndez de Vigo.

Después se dedicó a seducir a su jefa, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Lo consiguió, como no podía ser de otra manera. Hasta tal punto de que ya ha logrado que cuando concluyan sus cinco años de manto, a principios de julio, se le renueve por un periodo más que le llevará hasta las elecciones generales.

Muchos querían sustituirle, pero no lo conseguirán porque se ha ganado la confianza del Gobierno de Rajoy. Ha sabido vender sus éxitos –liberación de los periodistas españoles secuestrados en Siria, entre otros casos- y ha ocultado sus fallos, como no conseguir parar la secesión de Cataluña.

Por eso no me extrañó que presentara un libro infantil: el actual director quiere transmitir una imagen tan alejada a la del auténtico espía, que haría eso y más. Aunque no nos engañemos: los espías están para bucear en las alcantarillas del poder, para manipular y robar toda la información para que el Gobierno actúe con la máxima ventaja. El dicho es totalmente cierto: el fin justifica los medios.

FERNANDO RUEDA

16 de mayo de 2014

  • 16.5.14
James Costos, embajador de Estados Unidos, acudió hace unos meses al Ministerio de Asuntos Exteriores para escuchar cómo le preguntaban si confirmaba o desmentía si su país había espiado a los españoles y a su Gobierno. Confío en que Costos se llevara una buena bronca cuando dijo eso de que “todos los países hacen el mismo tipo de espionaje”. No es verdad, simplemente porque carecen de sus medios técnicos, aunque si los tuvieran seguro que lo harían.

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La necesidad de mostrar solidaridad con los países europeos impulsó a Rajoy a tomar esa medida. Además, seguro que Félix Sanz, el director del CNI, ya le había informado de que el diario El Mundo había llegado a un acuerdo con Glenn Greenwald para publicar las revelaciones de Edward Snowden, el exagente de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en lo concerniente al espionaje a nuestro país.

Además, es curioso que nadie haya pedido explicaciones a Gran Bretaña, cuyo presidente Cameron, forma parte del espionaje masivo llevado a cabo por Obama, junto con Nueva Zelanda, Australia y Canadá.

En cualquier caso, aquella llamada al embajador de Estados Unidos no llevó aparejada en ningún caso la toma de medidas de castigo por parte de Rajoy, como tampoco parece que tomaran el resto de países afectados. Algo que sí hizo en 1986 el entonces presidente del Gobierno Felipe González.

El entonces CESID –ahora CNI- descubrió que la delegación de la CIA en España había montado una operación para investigar la vida privada de Alfonso Guerra, el vicepresidente del Gobierno. Cometieron el error de tocar a la persona equivocada, que se lo contó todo a los espías españoles.

Felipe González no dudó. Un año antes, había pillado a otros agentes de la CIA preparando una operación para colocar micrófonos en el palacio de la Moncloa, por lo que se hartó y ordenó expulsar a los máximos representantes de su delegación en Madrid.

En el momento se guardó en secreto la decisión, pero los espías estadounidenses aprendieron que en España no podían hacer lo que quisieran. Lo que ha pasado en los últimos años, demuestra que no aprendieron la lección.

FERNANDO RUEDA


9 de mayo de 2014

  • 9.5.14
Un agente del CNI, Javier Morey, se infiltra en la comisaría del barrio de El Príncipe, en Ceuta, para descubrir una red de captación de terroristas yihadistas y si los policías allí destinados, encabezados por Fran Peyón, les están ayudando al proteger a una banda de narcotraficantes.

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Con lo que no contaba el servicio de inteligencia español es con la posibilidad de que Morey pudiera enamorarse de una bella musulmana, Fátima Ben Barek, que es hermana de otro narcotraficante e imparte clases en el Centro Cívico, punto de reclutamiento de jóvenes destinados a inmolarse.

Este es el guión de la serie española que Telecinco ha estado emitiendo los martes y que ha sido seguida por cinco millones de personas. La pregunta que se hacen muchos de ellos es si la imagen que la serie da del CNI y de la barriada de El Príncipe se corresponden con la realidad.

Los propios creadores de la serie reconocen que la ambientación del mundo del espionaje se lo han tomado con cierta libertad. Las imágenes que aparecen del CNI no tienen nada que ver con la realidad.

Los edificios del complejo están rodeados de zonas verdes muy cuidadas, pero en el interior no existen esos espacios amplios, llenos de plantas, que aparecen en televisión. Los despachos de todos los jefes –a excepción de un par de ellos- son pequeños para lo que se ve en ministerios, los muebles son muy funcionales y las paredes apenas tienen adornos. “En el CNI estarán encantados de la imagen que se ofrece –dice un antiguo agente sonriendo-, pero allí dentro todo es funcional, sin espacios para el modernismo”.

Por el contrario, la actuación de los agentes en la serie tiene bastante que ver con su arquetipo de comportamiento. “A la gente le ha podido parecer extraño que se coloquen cámaras para grabar al propio agente que está infiltrado en la operación en la casa en que vive –dice otro de ellos-, pero si se puede se hace por un motivo de seguridad, para protegerle, no para espiarle”.

Morey, un prototipo de lo que es un agente operativo del CNI, que en Gran Bretaña todos llamarían “James Bond”, mantiene una relación con la árabe Fátima Ben Barek para sacarle información y parece que se enamora de ella.

En un momento determinado, los jefes del servicio utilizan las imágenes de ambos haciendo el amor para chantajearla. “El chantaje es algo habitual en el trabajo de cualquier servicios de inteligencia para conseguir información –dice un exagente-. No hay que rasgarse las vestiduras por ello. La seguridad del Estado está en peligro y hay que utilizar cualquier medio al alcance para conseguir los fines”.

Lo que los espías consultados no consideran muy habitual es que los agentes se enamoren de las personas a las que tienen que controlar. Puede pasar, a veces tienen que simular una conexión especial para llevar a buen término el trabajo, pero si hay algo más siempre es un problema.

Todos están de acuerdo, sin embargo, en que si un agente desvela su auténtica identidad y para quien trabaja a una de las personas a quien tiene que investigar, eso supondría su inmediato cese. “Es algo lógico –dice uno de ellos- que esa actitud mantenida por Marey en la televisión nunca sería aceptada por los jefes de un servicio y no solo el español”.

La obsesión por intervenir todos los teléfonos y saber lo que se habla, además de instalar programas piratas en los ordenadores para tenerlos controlados, sí que se corresponde absolutamente con la realidad. “Una gran parte de la información –dicen- se obtiene cuando los implicados en un caso se creen lejos de cualquier persona que les podría vigilar”.

FERNANDO RUEDA

11 de abril de 2014

  • 11.4.14
El exportavoz de Batasuna y líder de la izquierda abertzale durante un montón de años, Arnaldo Otegi, tiene el discutible honor de ser uno de los españoles que más ha sido espiado por el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) y por el espionaje de otros países.

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Otegi salió de prisión hace unos días para asistir al funeral de su suegra y estuvo algo más de una hora en su casa de Elgoibar (Guipúzcoa) con su familia y algunos amigos. Este hecho, aparentemente sin mucha importancia, me recordó una de las escasas acciones del CNI contra él que fue descubierta hace años.

Varios funcionarios de una compañía telefónica llamaron a la puerta de su casa y le pidieron a su mujer que les dejara pasar porque estaban instalando un cable en otro piso. Otegi no estaba y su pareja no vio inconveniente en ayudar a unos trabajadores. Lo que pasó después la hizo arrepentirse de esa decisión.

Notó que los hombres se separaban, por lo que no la era posible saber lo que estaban haciendo en cada momento. Pero sí notó que miraban detenidamente cada cuarto y que hacían cosas extrañas.

Cuando se fueron consiguió que un amigo llamara a la empresa a la que decían representar y confirmó que no tenían operarios en esa zona. Ya no podía hacer nada contra ellos, pero estaba claro que eran agentes operativos del CNI en misión secreta.

Esta es una de las muchas acciones sobre Otegi que el espionaje ha llevado a cabo para conocer sus movimientos. En cuanto comenzó su carrera política, la delegación del servicio en el País Vasco procedió a engordar el dossier sobre él. Le hicieron un control integral de relaciones que descubrió quiénes eran sus amigos, lo que bebía, si pagaba las facturas, si era dialogante y si mantenía contactos con ETA.

Fruto de esa vigilancia intensa, más que con cualquier otro líder abertzale, fue la información facilitada tras el 11-M, gracias a escuchas telefónicas, de que Otegi estaba absolutamente sorprendido de que ETA pudiera haber cometido los atentados.

Incluso ahora, en la cárcel, sigue el control sobre sus actividades y las ideas que defiende sobre el proceso de paz y la posibilidad de que algún día Euskadi se independice. Puede estar entre rejas, pero día a día se sigue engordando la carpeta que lleva el nombre "Arnaldo Otegi"

FERNANDO RUEDA

4 de abril de 2014

  • 4.4.14
La desaparición del avión de Malaysia Airlines MH370, con 239 personas a bordo, se ha convertido en el último caso de "fabrique usted cualquier conspiración que nadie se la va a desmentir". Empieza a recordarme otros casos más famosos como los de los asesinatos de Kennedy o Lady Di, en los que en cada aniversario aparecen nuevos datos posibles, aunque difíciles de demostrar.

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Lo primero que hay que tener claro es que la clave del asunto no es dónde están los restos del aparato. Eso sirve, y es básico por supuesto. para confirmar la muerte de los pasajeros y que las familias tengan la esperanza de poder enterrar los cuerpos.

Más allá, apenas aportará datos para encontrar las claves: ¿Qué pasó dentro del avión para que apagaran los aparatos que permitían identificar la posición del avión? ¿Y por qué el aparato cambió su ruta y no se dirigió a China?

Aquí empiezan las teorías de la conspiración, algunas de ellas demenciales. La primera es que dentro del avión viajaban varios empleados de una empresa estadounidense de alta tecnología que iban a ser detenidos a la llegada para que largaran todo lo que sabían del tema.

Por este motivo, o por algunos similares, el avión habría sido secuestrado por la CIA y llevado a isla Diego García, una base de operaciones truculentas de Estados Unidos. La teoría es muy bonita, pero ocultar tantos pasajeros es imposible durante uno o varios meses.

Otra es que fue secuestrado por los propios pilotos, contrarios al Gobierno malayo, que pretendían convertirlo en un arma mortífera similar a los aparatos secuestrados por Al Qaeda el 11-S y lanzados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Para evitarlo, el avión habría sido abatido.

El silencio era la única forma de evitar una crítica internacional por la decisión. Si esto hubiera sido así, las autoridades locales podrían haberlo explicado y se hubiera entendido su decisión para evitar males mayores.

Hay otras teorías, pero no son tan buenas. Según mi opinión, habría que dirigir la mirada hacía algún o algunos países que podrían tener información sobre el vuelo y que, por alguna extraña razón, no lo han hecho público. En un mundo donde sabemos que la NSA lo controla todo, gracias a satélites que surcan el planeta, y que almacenan miles de millones de datos, en algún lugar tiene que haber información sobre ese avión.

Unos días después del desastre, Tailandia reconoció que había encontrado huellas del paso del MH370 por su espacio aéreo. ¿Qué pasa con el resto de los países y con Estados Unidos? No se sabe lo que realmente pasó, pero por mucho que en los últimos cien años hayan desaparecido 88 aviones, no es posible creer que en el siglo XXI nadie sepa nada. Al menos, yo no me lo creo.

FERNANDO RUEDA

28 de marzo de 2014

  • 28.3.14
Aprecio al teniente general Luis Alejandre, que fue jefe del Estado Mayor del Ejército. Leo con atención sus artículos en el diario La Razón, de los que siempre aprendo algo. En el publicado el pasado 24 de marzo, creo que no ha quedado reflejada con claridad la realidad militar en relación a los años de presidencia del fallecido Adolfo Suárez.

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Titula La misión más difícil y en la entradilla se explica: "La llegada de Adolfo Suárez fue recibida con frialdad en las Fuerzas Armadas, pero las jóvenes promociones fueron leales a lo que significaba aquel nuevo futuro".

A su interesante opinión sobre lo que él vivió habría que sumar lo que se encontró Suárez en los cuarteles. Poco importaba en la Transición lo que pensaban los jóvenes militares –con todo mi respeto a ellos-, porque los que cortaban el bacalao eran los generales y, en su inmensa mayoría, no le acogieron bien y se le enfrentaron abiertamente cuando el Sábado Santo de 1977 decidió legalizar el Partido Comunista de Santiago Carrillo.

Inmediatamente dimitió el ministro de Marina, el almirante Gabriel Pita da Veiga, y se acuñó el acertado término de "ruido de sables". Después vinieron las amenazas procedentes de los tenientes generales.

La primera fue en noviembre de 1980, en la que siete de ellos elevaron un escrito en el que le llamaban la atención por el deterioro de la situación política y social del país y le "sugirieron" que tomara medidas, por muy duras que fueran. Los firmantes negaron el documento, claro está, en lo que suponía una advertencia del poder militar.

Un par de meses después, Suárez hizo un viaje a Canarias, en el que el capitán general González del Yerro le advirtió de que si los políticos no arreglaban la situación, el Ejército tendría que intervenir. Finalmente, por citar sólo tres casos, a mediados de enero de 1981, tuvo lugar una reunión conspiratoria de dieciocho generales y almirantes, en la que se le trató de todo menos de bonito.

Fue ante esa situación militar que amenazaba con poner fin a la democracia por la que Suárez, en su discurso de despedida el 29 de enero de ese año, dijo: "Yo no quiero que el sistema democrático sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España".

Los militares jóvenes podían respetar a Suárez más o menos, pero sus altos mandos fueron los que le obligaron a dimitir. No lo olvidemos nunca y menos ahora. Ya no existe el poder militar y uniformados han rendido los honores tras su muerte. Pero la historia hay que escribirla tal y como fue.

FERNANDO RUEDA

21 de marzo de 2014

  • 21.3.14
No quería escribir de este tema, pero las numerosas preguntas que me han llegado en los últimos días de seguidores me obligan a entrar y contar lo que sé. Se ha dicho que el director del CNI, Félix Sanz, tiene una enfermedad degenerativa, algo que me han desmentido no solo las fuentes oficiales, sino las mías propias.

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Si fuera así, lo lógico es que cuando en tres meses el Gobierno se plantee su renovación en el cargo –la Ley establece un periodo de cinco años de mandato que se cumplen a principios de julio- no le renovaran. Si no lo hacen, les aseguro que no será por ese motivo.

También se ha dicho que la estructura del CNI es pésima y que está en fase terminal. Eso tampoco es verdad. De entrada, el servicio de inteligencia funciona siempre al margen de su director. Está tan bien engrasado que la obtención de información se produce día a día gracias a los miles de agentes que funcionan en la calle o en despachos. Ellos saben poco de quién les dirige y se limitan a obtener la información y facilitársela a sus jefes para que se la hagan llegar al Ejecutivo.

Es un acierto de Sanz haber conseguido pacificar el CNI tras la etapa convulsa de Alberto Saiz, en la que un grupo de agentes se sublevó por sus actuaciones discrecionales. Ahora, el tema de personal está tranquilo, gracias al Estatuto de Personal aprobado con el PP.

Pero también es cierto que en la etapa de Saiz se potenció de forma muy importante el servicio, con la contratación de más de mil agentes. Fue una etapa, tras los atentados del 11-M, en la que se volcaron en luchar contra el terrorismo yihadista, sin olvidar otros temas como la lucha contra ETA y la ciberdelincuencia.

Félix Sanz se encontró con eso y ha tenido la suerte de que el recorte presupuestario generalizado en la Administración le haya tocado poco y ha podido mantener los esfuerzos, aunque con dificultades. El CNI necesita mejorar en algunas cosas, pero sin duda es un gran servicio de inteligencia. Y lo dice alguien que lleva muchos años ejerciendo el necesario control periodístico de la institución.

FERNANDO RUEDA


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