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COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

Mostrando entradas con la etiqueta Cuaderno de campo [Manuel Cruz]. Mostrar todas las entradas
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5 de abril de 2011

  • 5.4.11
Casi como si quisieran delatar su silenciosa presencia, los dos grandes cristales oculares de un eficiente cazador, el búho chico (Asio otus), destacan notablemente entre lo más oscuro y frondoso de un espeso manchón de bosque mediterráneo. Dos ojos preciosos que entendemos que dotan de una visión perfecta a un cazador preparado para sobrevivir en lo más oscuro de la noche.

® MANUEL CRUZ ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

No obstante, recientemente se ha podido comprobar, a pesar del tesón que nos caracteriza y que tantas veces nos lleva a casi inventar motivos que nos hagan deleitarnos con algunas cualidades, unas ciertas y otras no tanto, de algunos de nuestros representantes del gran reino animal, que las rapaces nocturnas no ven tan bien en la oscuridad como anteriormente se había querido pensar.

Siempre se había dicho que cualquier estrigiforme tiene tal sensibilidad a la luz que es capaz de ver en una oscuridad casi completa. En general, hasta que se comprobó lo contrario, siempre suponíamos que las lechuzas y los búhos tenían unos ojos hasta 100 veces más sensibles a la luz que los del ser humano con más vitamina A.

Sin embargo, no hace mucho que se descubrió, a través de las pruebas que suelen hacer los científicos para poder apoyar sus teorías, que esta hipótesis podía más bien ser un tanto exagerada. A través de estas pruebas, fiándose de ellas incluso más que del análisis de la proporción de conos y bastones presentes en los ojos de estas aves, se ha descubierto que las lechuzas son solo dos veces más sensibles a la luz que nosotros, y en el más exagerado de los casos, quizá hasta diez.

Entonces… ¿cómo consiguen estas aves eminentemente nocturnas cazar en oscuridad total animales tan esquivos como pueden ser por ejemplo los ratones de campo, que conocen perfectamente su territorio y que siempre van a tener miles de sitios donde esconderse, sin terminar, en el mejor de los casos, con más hambre que la que ya tenían y sin consumir en su caza más energía que la que se necesita para llevar a cabo la captura de dichas presas?

En las pruebas que os contaba se introdujo a una lechuza blanca (Tyto alba) sana en una gran habitación en total oscuridad, en lo alto de un posadero, y se le observó con una débil luz infrarroja, una luz que al igual que nosotros no pueden ver estas aves, y con unas cámaras especiales que sí pueden captar esta luz.

Se le soltó un ratón, que corría y corría por el suelo desnudo, pero la lechuza jamás atacaba. Así podía estar horas y horas, pero nunca llegaba a atacar, porque a la lechuza le era imposible ver u oír a su presa, y por tanto ni siquiera se percataba de su presencia.

Posteriormente se cubrió el suelo de hojas secas, se apagó de nuevo la luz, y se volvió a soltar al ratón. En cuanto el pequeño roedor comenzó a moverse, empezó a producir en esas hojas un ruido minúsculo, el más sutil de los crujidos, justo lo único que necesitaba nuestro cazador para localizar a su presa.

Casi sin pensarlo la lechuza se desplomó con las alas cerradas del posadero donde descansaba, abriéndolas para frenar la caída justo antes de tocar el suelo, tal como lo haría un paracaidista, en oscuridad total, calculando la distancia que le quedaba para llegar al suelo sola y únicamente con la ayuda del sonido que producía el ratón al moverse. Pero las garras no caen sobre el ratón. ¿Ha fallado? No, todavía hay que afinar la localización.

Justo en el momento en que la lechuza tocó el suelo, el ratón, de un gran salto, empezó a correr, produciendo mucho más ruido. Con una precisión y una rapidez que ya quisieran para sí el más perfecto de los galgos, en menos de 2 segundos, y guiándose solo por el sonido, la lechuza ya había atrapado al ratón. Así varias veces, con varias lechuzas.

De esta forma se ha podido comprobar que el oído de las rapaces nocturnas es uno de los más perfectos del mundo. De hecho, podemos afirmar que toda su cara es como una gran oreja. Esa forma tan peculiar que suele tener la cara de casi todas las rapaces nocturnas no es otra cosa que una gran parábola que concentra todos los sonidos, hasta el más mínimo de los rumores, en los oídos internos de estos perfeccionados rastreadores de sombras.

Todo esto, unido a su asimetría auricular, o dicho de otra manera, el hecho de que estos animales tengan un oído interno más alto que el otro, es lo que les permite localizar el origen de cualquier mínimo sonido que pueda producir la presa más silenciosa incluso en la más negra de las sombras de la noche.
MANUEL CRUZ

29 de marzo de 2011

  • 29.3.11
En la foto, un árbol -aunque la niebla no deje verlo bien, que, dicho sea de paso, era el propósito-. 100 árboles, un bosque. 1000 árboles, una selva. 1001, nuestro pulmón. En 2011 conmemoramos el Año Internacional de los Bosques. Los bosques, esos grandes edenes que literalmente nos dan de comer, son nuestro principal sustento, algo que está incluso por encima de la tan necesaria y casi siempre hasta placentera alimentación -algo que si de pronto desapareciera de la faz de la Tierra probablemente no nos permitiría vivir más que unos pocos días-.

® MANUEL CRUZ ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Los bosques son la gran fábrica del oxígeno que nos permite respirar durante las 24 horas del día. Si se acaban los bosques, se acaba el oxígeno; y si se acaba el oxígeno, se acaba la vida. Toda la vida.

Solo la gran selva que rodea las cuencas de los dos grandes ríos sudamericanos, el Amazonas y el Orinoco, proporcionan una tercera parte del total del oxígeno que se produce en todo el planeta. Es por eso que conocemos este gran paraíso como El pulmón de la Tierra. Esta selva es tan biológicamente perfecta que lleva 80 millones de años siendo así, tal y como la conocemos actualmente, con los mismos animales, los mismos árboles, los mismos sonidos y los mismos ciclos. ¿Para qué cambiar si este mundo es tan biológicamente perfecto?

Pero no todo es tan halagüeño como se está pintando hasta ahora: poco a poco, la mano del hombre ha ido penetrando en lo más profundo de los abismos forestales, destrozando cada año cerca de la friolera de 13 millones de hectáreas de estos grandes santuarios del mundo. Esta superficie es la equivalente a un cuarto del total de nuestra Península.

Para que nos hagamos una idea, cada minuto arrasamos con una media de 20 campos de fútbol, pero con árboles incluidos. ¿Queréis asustaros un poco más? Desde hace 300 años hemos aniquilado el 40 por ciento de toda la masa forestal que existía a nivel mundial, que se dice pronto.

Si seguimos así, la superpoblación provocará que un día seamos tantos pares de pulmoncitos trabajando juntos que necesitaremos más oxígeno del que es capaz de producir todo este gran pulmón que tiene la Tierra. Pero quizá este día ya se hayan talado los suficientes árboles como para que este pulmón del que hablamos ya no sea tan grande como hoy.

Ese día, el día en que la gacela se vuelva contra el leopardo y le clave su cornamenta, si no nos hemos extinguido ya por cualquier otro motivo, será el día en que el demonio empiece a trabajar en el contrato que ya hemos firmado con él hace ya mucho tiempo.

Y es aquí donde llegamos a la conclusión (y no me digáis "pesimista" precisamente a mí) de esta pequeña historia que no he escrito yo, sino que hemos creado, entre todos, un porcentaje digamos que casi por encima del total de la población de Homo sapiens existente en el planeta, exterminadores de masa forestal y contaminadores de oxígeno, que no sabemos ser personas y que entre todos formamos un terrible y ya casi incurable cáncer en el complejo tejido de esa gran casa nuestra a la que llamamos "Tierra".

Y termino ampliando una gran frase, no sé muy bien de qué autor, pero que se ha hecho muy famosa ya en muchas de las redes sociales y programas de chat que usamos actualmente la mayoría de los jóvenes de los países desarrollados (económicamente):

Querido amigo mal llamado Homo sapiens; seas quien seas; te llames como te llames; te pongas la corbata que te pongas; solo cuando hayas talado el último árbol, solo cuando hayas matado al último lince, solo cuando hayas secado la última gota de agua que quede sobre nuestro ingenuo planeta, solo en ese instante te darás cuenta, oh joven representante de la más inteligente de las especies animales que existen en el universo, de que no te puedes comer el dinero.
MANUEL CRUZ

22 de marzo de 2011

  • 22.3.11
El día 22 de marzo celebramos, aunque creo que sin motivos de fiesta, el Día Mundial del Agua. Parece mentira que vivamos en un planeta al que quieren llamar "Agua", precisamente por la extrema cantidad de este líquido que contiene esa gran esfera que desde el espacio se ve de un inconfundible color azul agua y que porta nuestras vidas, y que solo podamos aprovechar una pequeñísima parte de este abundante pero a la vez tan escaso recurso vital.

® MANUEL CRUZ ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Hace unos 3.500 millones de años, cuando se estima que empezó a gestarse la primera forma viviente sobre nuestro planeta, no existían animales, ni vegetales, ni hongos... Lo único que había era una gran masa de organismos unicelulares que solo se preocupaban de comer y reproducirse, en una especie de mar gigantesco y de poca profundidad al que los científicos llamaban sopa orgánica.

La vida, en cierto modo, empezó en el agua, y podemos decir que, desde entonces, el agua siempre ha sido imprescindible para cualquier forma de vida que haya existido a lo largo de la historia del mundo.

Nosotros, como bien sabemos, somos una forma de vida más. Somos concretamente una forma de vida que necesita unos 300 litros de agua cada día para poder llevar a cabo sus funciones vitales de una forma eficiente (y, a veces, innecesariamente cómoda), desde la ingesta directa hasta la ducha, pasando por la cocina, la piscina, el inodoro, la agricultura y terminando en ese grifo que gotea sin que nos demos cuenta y que hace desaparecer algo así como 30 litros de agua cada día.

Paralelamente, también compartimos este mundo con una elevadísima cantidad de seres vivos que también consumen agua, entre animales, plantas y demás, y todos necesitamos de este líquido para poder vivir.

De todo el agua que tenemos en el mundo, un 97 por ciento es el agua salada de los mares, no potable directamente, y el 3 por ciento restante es agua dulce superficial, subterránea y en forma de hielo y nieve.

Únicamente el 0,6 por ciento de la superficie terrestre está cubierto de agua dulce, la única que nos podemos beber. De ese porcentaje tenemos que descontar el agua biológica (que es el agua que está presente en los seres vivos), el agua de la atmósfera y la humedad del suelo.

Nos queda el agua de ríos, lagos y demás, que es un 0,34 por ciento del total. Ya mejor no seguimos descontando las aguas contaminadas y la de esos arroyos y ríos que no nos gustan mucho porque tienen un color raro, una espumita sospechosa o huelen mal. Pues bien, ya sabemos cuánto tenemos para beber hoy. ¿No será éste un motivo más que suficiente para dejar de derrochar y tirar porquerías al desagüe y a los ríos?
MANUEL CRUZ

15 de marzo de 2011

  • 15.3.11
Pocos animales existen en nuestra avifauna con la rapidez, la maniobrabilidad y la extrema precisión que caracteriza a los gráciles abejarucos cuando cazan en vuelo a los insectos voladores que les sirven para nutrir sus coloridos cuerpos.

MANUEL CRUZ ® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Hemos visto cientos de veces -en plena naturaleza viva, si hemos tenido la oportunidad, o en un mero documental- la rapidez con la que un guepardo caza a una gacela o la velocidad a la que un sapo o un camaleón sacan su lengua y la vuelven a introducir de nuevo en su boca para atrapar un insecto.

Pero, a veces, se nos pueden pasar por alto, quizá porque estemos acostumbrados a verlo demasiadas veces, o bien porque no nos llame mucho la atención, algunos detalles tales como el comportamiento, los métodos de caza y, sobre todo, la desorbitada agilidad en el aire que caracteriza a uno de los representantes de nuestra fauna más numeroso -y, si me dejáis, más bonito- a la hora de capturar a los insectos voladores de los que se alimenta.

En las múltiples ocasiones en las que he podido observar a los abejarucos europeos (Merops apiaster) en el campo hay una cosa que siempre me ha llamado la atención, y no por su espectacularidad, ya que esta estirpe africana, entre el público normal de a pie, desentendido en toda materia de tipo faunístico, nunca ha podido tener el número de fans que reúne por ejemplo el halcón peregrino en sus picados.

Pero no deja de ser algo impresionante a la vez que efímero -digamos que "fuera de lo normal"- eso en lo que nunca nos fijamos pero que, no por ello, debemos dejar que pase desapercibido.

Es bastante común en las aves de este género el matar a sus presas, casi siempre insectos, a base de propinarles algunos súbitos golpes contra la rama que usan para posarse. Esto es especialmente importante sobre todo para las abejas, presas comunes y que dan nombre a esta especie, ya que de otra forma correrían el riesgo de ser intoxicados por el veneno de estos insectos.

La perfección no existe tampoco -ni siquiera en nuestra madre Naturaleza- y, a veces, al lanzarlo hacia arriba para voltearlo y ponerlo de cabeza para poder tragarlo bien, el insecto se les escurre del pico. Justo en ese preciso instante, y casi con la rapidez de un rayo, tanta que no me deja tiempo ni para seguir al sujeto con la cámara y mantenerlo dentro del encuadre, el abejaruco se impulsa hacia abajo con sus pequeñas patas sindáctilas, abre raudo sus perfectas alas de acróbata y en menos de dos segundos, con un giro cerrado y antes de que la presa tenga tiempo de llegar al suelo, situado a tan solo 30 ó 40 centímetros de la rama que usa para posarse, el abejaruco estará ya de nuevo en su percha con el insecto en el pico.
MANUEL CRUZ

8 de marzo de 2011

  • 8.3.11
No todo va a ser salir al campo con una cámara y punto ¿verdad? Los animales, las plantas, la Naturaleza en general y todo lo que la rodea está formado principalmente por seres vivientes, que sienten exactamente igual que nosotros, y por otros elementos, llamémoslos inertes, tales como piedras, grietas, montañas, llanos, cárcavas, ríos y demás infraestructuras naturales o artificiales que sirven para dar cobijo y, en definitiva, para proporcionar una cierta dosis de vida a todos estos seres.

® MANUEL CRUZ ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Si no respetamos todo esto, mañana no tendremos ni un solo ápice de tierra natural sana, ni un solo atisbo de vida. El solo y mero hecho de “ponerse delante de un bicho” con una cámara implica, en mayor o menor medida, causarle algún tipo de molestia al bicho en cuestión, aunque sea mínima.

No tiene sentido descuidar ninguno de estos aspectos por coleccionar un par de fotos, y desde mi punto de vista (y creo que desde el punto de vista de cualquiera que ame la vida propia y la ajena) creo que una persona que no sigue unos pasos básicos que le ayuden a causar el mínimo impacto posible al medio natural que le rodea nunca merecerá llamarse “fotógrafo de naturaleza”. Para conseguir todo esto se ha ideado lo que los fotógrafos y naturalistas en general llamamos el Código Ético del Fotógrafo de Naturaleza:

1. La seguridad del sujeto y la conservación de su entorno son siempre más importantes que la obtención de su fotografía.

2. Hay que documentarse ampliamente sobre la biología y el comportamiento de las especies a fotografiar, con el fin de prevenir actuaciones improcedentes. Asimismo, adquirir también los conocimientos técnicos necesarios para abordar con seguridad la fotografía de seres vivos en cada situación que se presente.

3. Solicitar los permisos necesarios a las autoridades competentes para fotografiar especies y enclaves que lo requieran por ley, y si los terrenos son privados, también a sus propietarios. Hay que ser respetuoso con el modo de vida de las personas que viven y trabajan en el medio natural.

4. Para fotografiar fauna, se debe trabajar preferentemente con ejemplares libres y salvajes en su medio natural, sin alterar su normal comportamiento. Hay que evitar las situaciones delicadas como animales incubando o con crías recién nacidas, especialmente en condiciones meteorológicas desfavorables, (frío, lluvia, sol directo…). Si las condiciones permiten el trabajo fotográfico habrá que tomar las máximas precauciones, desistiendo si las crías corren algún peligro.

5. Se evitará en lo posible el traslado de especies para su fotografía en estudio. Se retornarán a su lugar de origen, sin daño alguno, y en el plazo más breve posible, aquellos especímenes que, excepcionalmente, hayan sido tomados de su hábitat, quedando excluidos aquellos que están protegidos por la ley si no se dispone del permiso de las autoridades competentes.

6. Para fotografiar flora, hay que trabajar preferentemente en el campo, evitando arrancar total o parcialmente las especies, quedando excluidas de esta consideración las especies protegidas.

7. No debemos rehuir informar que una fotografía ha sido realizada en condiciones controladas. Las fotos en zoológicos, centros de fauna y similares, pueden suponer una mayor tranquilidad para las especies más escasas y vulnerables.

8. Evitar el corte de ramas y vegetación para camuflar los escondites (hide) que se emplean para la fotografía de fauna salvaje, utilizando preferentemente redes de hojas artificiales o en su defecto ramas muertas y vegetación seca.

9. El camuflaje natural de un nido, manipulado para una sesión fotográfica, debe ser restaurado a su término. Las ramas se atarán mejor que cortarán y, por supuesto, nunca se dejará expuesto el nido a depredadores, a otras personas o a las inclemencias del tiempo.

10. Evitar manipular cualquier elemento mineral o arqueológico de modo que pudiera alterarse irremediablemente la integridad de una formación geológica o paleontológica.

11. Pasar desapercibidos siempre durante nuestro trabajo de campo, no atrayendo la atención del público o de un depredador. No revelar la localización de especies raras o amenazadas, salvo a investigadores acreditados y administraciones competentes que contribuyan a su protección.

12. Hay que mantener siempre limpio el lugar de nuestro trabajo de campo, eliminando también cualquier huella de nuestra actividad.

13. El fotógrafo de naturaleza que trabaje fuera de su país debe actuar con el mismo cuidado y responsabilidad que si estuviera en el suyo propio.

14. Informar a las autoridades de cualquier infracción que observemos contra la Naturaleza, incluidas las actuaciones al margen de la ley que pudieran realizar otros fotógrafos.

15. Colaborar con otros compañeros para mejorar las condiciones de trabajo en la Naturaleza, divulgando al mismo tiempo el presente código ético entre todos aquellos que lo desconozcan.

Fuente: AEFONA (Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza).
MANUEL CRUZ

1 de marzo de 2011

  • 1.3.11
Vamos a intentar explicar una cosa sin ofender a nadie. Esto es algo bastante simple, pero muy difícil de comprender para algunas personas, y no por su complejidad, sino porque se sale de esos parámetros que mueven a ciertos individuos de Homo sapiens dentro de sus costumbres, sus querencias, sus aficiones o la cultura que les han sido inculcadas por otros ejemplares de su misma especie.

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Sapo corredor (Bufo calamita), una bonita joya de nuestras zonas húmedas.

Vamos al lío. En el año 1953 se firmó en España un decreto que terminó en la ya casi olvidada por los cazadores Ley de Alimañas, con la que ciertas personalidades políticas de aquel entonces nos invitaban a extinguir completamente a todas las “alimañas” de nuestro país.

Se mataron cerca de 2 millones de depredadores, entre ellos, lobos, zorros, ginetas, rapaces, linces y casi todas las especies de esos animales que hoy todavía muchos siguen considerando eso, alimañas.

Fue por aquel entonces cuando una gran persona a la que todos conocemos muy bien, nuestro querido amigo Félix Rodríguez de la Fuente, hizo gala de su don de la palabra y se atrevió a proponerle al mismísimo Franco que cambiase de idea y le diera la vuelta a la tortilla.

Consiguió de forma casi heroica transformar las mentes de los ciudadanos y convertir a esas alimañas en unos animales necesarios para el equilibrio ecológico. El lobo, entre otros, pasó de ser una amenaza para el hombre y para el ganado a ocupar la lista de especies protegidas.

Un año antes, en 1952, un médico francés introdujo la mixomatosis en unos cuantos conejos, cuyo resultado ya conocéis casi todos. La población de conejos descendió tanto en tan corto periodo de tiempo que los pocos depredadores que se alimentan de ellos y que sobrevivieron a la Ley de Alimañas no consiguieron reponerse suficientemente bien.

Sin embargo, los conejos, debido a su elevada capacidad reproductora, sí que volvieron a subir su número con una relativa rapidez en algunas zonas. Por otro lado, los carnívoros, que dependen de esta especie, son más lentos procreando. Si a todo esto le sumamos que hoy día se siguen exterminando a estos animales, el resultado es que actualmente existe un desequilibrio bastante importante en nuestros ecosistemas -por lo contado anteriormente y por otros muchos factores- y los depredadores que nos quedan son insuficientes para poder mantener a raya a los componentes del piso bajo de la pirámide ecológica.

Es por esto que “hacen falta” cazadores. Pero hacen falta cazadores por culpa de los cazadores. De los cazadores, de la destrucción de los hábitats, de la introducción accidental o intencionada de especies exóticas... Somos la única especie animal capaz de agotar sus recursos. Ahora hay cartuchos, perdigones y todo tipo de basura inorgánica por todas partes. Es eso lo que hoy queda en el campo: una jungla de plástico, aluminio y plomo.

Contaminación de plomo en carne de caza



MANUEL CRUZ

22 de febrero de 2011

  • 22.2.11
El mirador del Cerro Don Juan, construido no hace mucho para realzar el valor de uno de los últimos bosques que todavía conservamos en Montilla, descansa una noche más al son de las notas de los mochuelos, los grillos y el viento de la Sierra. Y no me equivoco al llamarla "Sierra", a pesar de las opiniones generalizadas de unos pocos que no ven muchas montañas por aquí, ya que independientemente de cuáles sean las fronteras oficiales marcadas por el ser humano, creo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esa gran Sierra a la que llamamos "Subbética" comienza aquí mismo, en la falda de la Sierra de Montilla.

MANUEL CRUZ ® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Han hecho falta muchos años de agricultura y cambios paisajísticos para hacernos creer a los habitantes de la urbe que todo el espacio que existe hoy entre nuestra sierra montillana y la frontera legal del Parque Natural de las Sierras Subbéticas no fue en su día un gran bosque.

Por otro lado, debido a las nuevas tecnologías y al abuso de las manipulaciones fotográficas mediante el uso de programas informáticos de todo tipo, a menudo se suele dudar, y con razón, sobre la veracidad de muchas de las imágenes que vemos diariamente.

Alguien puede pensar que estos no son los colores reales del Cerro; sin embargo, lo cierto y verídico es que la noche tiene más colores que el día; si cabe más colores incluso que el Photoshop del que tanto dependen algunos llamados "fotógrafos".

Es probable que a partir de ahora veáis esta foto más de la cuenta, puesto que se está usando para un cartel y algunos menesteres más de tipo divulgativo y conservacionista a nivel local (hablo de Montilla).

Sí me gustaría recordar que el Cerro Don Juan, al igual que cualquier otro espacio natural (protegido o no) donde conviven mutuamente animales, plantas, hongos y demás seres vivos, es un espacio nuestro, no de un particular o un Ayuntamiento, y como tal así debemos mirar por él.

Si alguien (un Ayuntamiento o un particular) se gasta un dinero en adecuar una zona concreta para un uso más cómodo para nuestra especie, lo ideal, como personas educadas que somos, es responder adecuadamente. Solo así podremos disfrutar de estos lugares, eso sí, hasta que nosotros queramos, no hasta que los políticos quieran, por aquello de que somos nosotros los que acostumbramos a destrozarlo todo.

Sirva este texto -a pesar de su aparente agresividad para ser el primero que uso en esta sección- para presentarme ante ustedes con la única y modesta intención de transmitirles lo mucho que me enseña el medio ambiente sobre su fauna salvaje, sus curiosidades y algunas cosas más que deberíamos saber para conservarlo a la vez que no nos privamos de nuestra comodidad como Homo sapiens urbanos que somos.

Soy Manuel Cruz, Manolín para los amigos, un naturalista aficionado que una vez cogió su cámara de fotos, su cuaderno de campo y sus prismáticos y se escapó del mundo civilizado para intentar mostrar, a todo aquel que quiera saber algo más, lo que se esconde en lo más perdido de nuestra escasa cultura medioambiental.

Dedicada, por supuesto, a alguien que sabe mucho de esta foto.
MANUEL CRUZ

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