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Enrique F. Granados | El indomable

—Señoras y señores, les he convocado hoy para informarles sobre la consulta que celebraremos el próximo domingo. Haciendo ejercicio de nuestro sacrosanto, inmarcesible, irrenunciable y legítimo derecho a decidir, democráticamente y con las máximas garantías, manifestaremos nuestra voluntad de permanecer bajo el actual statu quo o abandonarlo de manera pacífica.



Como sabrán, el presidente se ha enrocado en una postura antidemocrática y contraria a cualquier norma básica de convivencia impidiendo con todas las herramientas a su alcance que ejerzamos nuestra misión, contraviniendo nuestros derechos humanos.

Sus actuaciones menoscaban la libertad y la dignidad de todas las personas que conformamos este colectivo, humilla la inteligencia de quienes, después de mucho meditar y tras años de vejaciones y desprecios, queremos saber si hay una mayoría que desee emprender un camino diferente al de quienes nos detestan día sí y día también.

Con una sonrisa en los labios queremos decir: basta ya. Pase lo que pase este domingo consignaremos en completa libertad nuestro voto, expresaremos democráticamente nuestra voluntad y ejerciendo nuestro derecho a decidir determinaremos si deseamos seguir bajo este régimen o crear uno nuevo que nos conceda la tan ansiada libertad.

No podemos negociar la libertad, la democracia, los derechos humanos. No podemos negar la voz a quien aquí convivimos a diario. Desde ya quiero dejar bien claro que no obedeceremos ninguna orden que vulnere estos derechos inalienables, por dignidad. Por eso le pedimos al presidente que ceje en sus planes y nos deje manifestarnos en paz y democracia, porque expresarse nunca fue ilegal y nunca lo será. No nos sentimos intimidados ante sus amenazas, su represión encubierta o abierta. No tenemos miedo. Escúchenos: ¡no tenemos miedo!

En aquel preciso instante se abrió la puerta. Los gestos de asombro inundaron la sala en una tensa calma. El rostro serio del presidente apareció. Una agria mueca asomaba en sus ojos. Caminó entre los asistentes que se apartaban como si se tratara de una quilla abriendo las aguas del mar. Se aproximó en silencio a quien hasta hacía poco hablaba con una sosegada exaltación, miró a los asistentes y se aclaró la garganta.

—Hombre, Carlos, ya no sé cómo decírtelo. Me da igual que los de Recursos Humanos no te hayan concedido los días para la comunión de tu sobrino, pero esto de escindir el Departamento de Fontanería de la empresa me parece un exceso. Vete a tu puesto de trabajo y déjate de coñas marineras o voy a llamar a Bartolo, el segurata, y te va a explicar lo que significa organización jerárquica piramidal.

Si no fueras mi cuñado y tu hermana una bestia parda ya te habría despedido hace años. Así que no me toques las pelotas y ponte a trabajar, que ya nos han llamado dos veces los de la fosa séptica. La mierda les sale por los desagües y tú aquí largando bobadas. Como no te presentes con el camión allí en dos horas, a quien le va a llegar la mierda a las cejas es a ti.

—Fascista, que eres un fascista. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

ENRIQUE F. GRANADOS
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