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Abuelos

El amor perfecto no nos llega a los padres hasta el día que nos nace el primer nieto. Nadie hace por los niños lo que los abuelos. Los nietos salpican una especie de polvo de estrellas sobre sus vidas, son la recompensa de Dios por llegar a viejo y el premio por no haber degollado a tus hijos cuando eran jóvenes, con sus correrías y juergas.



Las abuelas son madres, con una diferencia: tienen un monto de cobertura dulce hacia sus nietos. Una madre sostiene nuestras manecitas cuando somos bebés por un rato, pero nuestros corazones para siempre; una abuela, sin embargo, es una maravillosa madre con un montón de prácticas: es vieja por fuera y joven por dentro.

Convertirse en abuela es maravilloso: en un momento eres madre, luego sabia y, de pronto, prehistórica; la abuela siempre te hace sentir que estuvo esperando todo el día. Ahora el día ya está completo y tú no entiendes realmente algo hasta que tienes ocasión de explicárselo a tu abuela.

¡Qué baratos son mis nietos! ¡Les dimos unas monedas y ellos nos dieron millones de euros de placer! Si yo hubiese sabido lo maravilloso que es tener nietos, los hubiera tenido primero. Ellos me dicen que soy "la cosa más vieja del mundo". Y después de dos o tres horas con ellos, yo también me lo pienso…

Los hombres no somos viejos por tener nietos sino por saber que estamos casados con las abuelas. Cuando los nietos entran en la casa la disciplina vuela por la ventana: una hora con tus nietos puede hacerte sentir joven otra vez. Y por más tiempo que ese que te hará sentir que envejeciste rápidamente.

Los nietos nos mantienen jóvenes para siempre, lo cual es muy bueno, pues los abuelos tenemos un límite: nuestras fuerzas. Llegar a la vejez con una buena pareja no es cuestión de suerte, es cuestión de haber sabido elegir a alguien con quien nos compenetramos, con quien nos agrada conversar.

Todo eso se consigue, además, siendo más observadores con las reacciones del otro y poniendo un poco más de razón y mucho de corazón. La etapa del enamoramiento es para que cuando termine y quede el verdadero amor: el real. Por eso pienso que hay tres cosas en la vida que nunca debemos perder, pues son las de mayor valor: el amor, la bondad y la familia.

JUAN NAVARRO COMINO

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